Mucho tiempo fuera de aquí, disculpas y al grano.
Muchos temas sobre los que hablar, primero, el canguelo.
Noto nervios, miedo, estupor y cobardía entre aquellos que llevan demasiado tiempo beneficiándose de la hegemonía de ATI en Tenerife, hegemonía que se termina, si vieron los resultados de las elecciones del domingo. Periodistas que todavía no se pronuncian sobre lo ocurrido (por una vez, me pregunto qué opinará, de verdad y sin billetes, Andrés Chaves del principio del fin de esta Coalición Canaria), periodistas que lanzan llamadas al pánico (la petición de José Rodríguez Ramírez de soberanía para Canarias, con capital en Santa Cruz de Tenerife obviamente, no es un delirio, es puro pánico), políticos a los que se les nota terror, como a casi todos los de Coalición Canaria. La cara del mismo Miguel Zerolo en la noche electoral era más la de un derrotado que la de un ganador.
Un amigo me comentó el mismo lunes que, a pesar de que los resultados de Coalición podrían parecer hasta buenos en Tenerife, les espera una legislatura durísima. Tiene toda la razón, sin mayoría absoluta afronta Zerolo cuatro años con el tema de las Teresitas aún atravesado, Melchior, un Cabildo sencillamente devastado por culpa del tranvía, artilugio sobre el que hay muchísimas dudas por su futuro funcionamiento, y todo eso, con Santiago Pérez al frente, político obsesivo, tecnócrata (en el sentido de que se las sabe todas y no se le escapa una) y contumaz donde los haya.
Además, Zerolo sabe de nuevo que su victoria es pírrica. Si en Santa Cruz solo votó el 49,71 por ciento del electorado y él recibió el 35,21 por ciento de esos votos, en realidad solo le votó el 17,38 por ciento del censo de la capital. Menos legitimación democrática para proclamarse vencedor, imposible.
De la abstención hablaremos otro día, porque tantos años de hegemonía de ATI en Tenerife dejan una Isla desinteresada por la democracia y apenas participativa. Fracaso también para movimentos como Sí se puede, pues apenas registraron el impacto de tanta movilización social. Pero ese fracaso es de todas las izquierdas, incapacitadas por su obsesión ideológica en presentar una propuesta común y cohesionada a un electorado que se movilizaría a las segundas de cambio.
ATI está nerviosa y sabe que vienen días complicados. No lo tiene fácil, a pesar de que esta legislatura será de inauguración contínua en Santa Cruz de Tenerife (vía del barranco, plaza de España y tal y cual), la misma línea que llevó a Ana Oramas a la mayoría absoluta en La Laguna.
Oramas, por cierto, que empieza a demostrar que es de esa clase de políticos que muestran su cara oculta justo cuando alcanzan un resultado hegemónico, tipo Aznar. La visita al Cristo de La Laguna para agradecer los resultados es un detalle más interesante que folclórico, muestra parte de lo que hay dentro de esa cabecita rubia, y empieza a preocupar.
¿Juan Carlos Alemán? Tiene lo que se merece, fue desleal durante la campaña y no puso al partido a funcionar a tope en estas elecciones. Muchos son los socialistas que se preguntan por los resultados que habrían sacado, tanto en Tenerife como en Santa Cruz, de tener al partido trabajando al cien por cien y, sobre todo, con candidatos que hicieran ese trabajo. Alemán fracasó y no dice ni mu, deja que Javier Abreu se lleve la culpa. Debería, si tuviera un mínimo de dignidad, dimitir, porque ya van dos elecciones perdidas: llevó al PSOE a sus peores resultados en el Parlamento de Canarias en 2003 y al fracaso socialista en La Laguna el domingo. ¿Qué más espera? El PSOE en Tenerife necesita rennovación, algo que por supuesto no le va a dar Rodríguez Fraga, contento en su feudo de Adeje pero incapaz de resolver los problemas del partido (¿qué hizo durante la crisis en Santa Cruz?). ¿El futuro? Son muchos los que miran a Candelaria, pero no por la virgen sino por su alcalde: Gumersindo tiene esos elementos para ser el futuro del PSOE en Tenerife: carisma, capacidad de diálogo, fortaleza y un respaldo por su eficaz gestión en el municipio. Además, se lleva bien con Plasencia, lo que para los dos es un puntazo.
Buff, y na más. Quería escribir de la tele canaria, de la colección de trapisondas, deslealtades y puñaladas que, al final, deja la víctima de siempre: el currito de abajo, pero eso quedará para otro momento.