lunes, 20 de septiembre de 2010

Qué discoteca La Isla ni qué niño muerto...

Cuánta paciencia, viernes 17 de septiembre de 2010

Hay cosas intolerables y que demandan de una rápida reacción que, desde esta tribuna, no vemos que se produzca por ninguna parte. Nuestro gobierno autonómico, nuestro presidente, están dormidos en los laureles del poder y son incapaces de atender peticiones de la ciudadanía canaria que son un clamor, un grito que desde la cúspide del poder no se oye.

Tampoco los intelectuales de las islas reaccionan por el atropello, y esta claro que no podemos seguir así, viendo pisoteado y mancillado el nombre de las Islas por dondequiera que vamos. Hay una idea equivocada de este archipiélago canario, un tópico absurdo sobre la forma de ser del isleño. Toda esa patraña de que somos aplatanados, y eso peor de que somos simpáticos y afables. Acabemos con ese mito, porque los canarios tenemos mucha mala leche, y ese enfado es duro y directo cuando se da a conocer.

No queremos que nuestra demanda se quede en el negro sobre blanco del papel, ni en un ruido sobre las ondas de radio. Queremos que se haga efectiva, que de una vez se nos escuche. Es hora de dejar de lado esa objetividad y esa contemplación que, dicen algunos, debemos mantener como medio de comunicación público. No, desde aquí decimos que no, y animamos a todos los canarios para que hagan suyas nuestras exigencias. Es la hora de actuar. Resulta que la macrodiscoteca de Águilas, un pueblo del territorio peninsular, pasa de llamarse La Meca, ante las quejas de la comunidad musical, y resulta que ahora se denomina La Isla. Y eso no puede ser, como tampoco puede ser que la España invasora esté llena de bares que se llaman Teide, Tenerife, hoteles Canarias y demás tonterías. Un respeto, oigan, un respeto.

Un capirote mejor

Cuánta paciencia, jueves 16 de septiembre de 2010

El sistema económico es un todo en constante alimentación. Si las instituciones públicas, por ejemplo, deciden suspender las cenas de Navidad para sus trabajadores, como hicieron el año pasado y harán de aquí hasta el fin de los días, resulta que los restaurantes dejan de cobrar, estos le dejan de pagar a sus empleados y proveedores, y así un largo etcétera.

Igual ocurre con los desayunos y cafeles que se toma el trabajador medio español y canario en cualquier día laborable. Si se nos ocurriera cercenar ese derecho no escrito del asalariado, acabaríamos con una red de bares y cafeterías, que a su vez sustentan otra red de distribuidores, hasta llegar a la conclusión de que el mercado del café se iría al garete. O sea, que no nos extrañe que la simpática afirmación del diputado del Común, Manuel Alcaide, de poner un uniforme al funcionario para que se note cuando sale a desayunar o tomar café y que todo el mundo lo señale con el dedo, menos los mancos, quiero y no puedo, esta rimbonbante declaración que hoy es portada en todos los periódicos, afecte de manera directa al precio mundial del café, que seguro que se está desplomando. Porque, ¿qué sería del mercado mundial del café sin el barraquito, el saperoco y el cortado medio canario?

Pues Alcaide se quiere cargar esa realidad, así como la particular idiosincrasia del currela canario, el único del mundo que sale de su casa sin desayunar porque “nada más levantarme, es que no me entra nada”. Esta particularidad del asalariado isleño está en pleno proceso de estudio por endocrinos de todo el mudo.

Pero vayamos más allá, porque aquí no se escaquean solo los funcionarios. Más que un uniforme, le podríamos poner a cualquier curran un capirote de diferentes colores, azul para funcionarios, con tonos variados según la institución a la que pertenezcan, amarillo para trabajadores de empresas privadas, naranja para las personas de baja laboral, y los liberados sindicales… Espera, los nuevos chivos expiatorios que lleven una sirena en la cabeza, para que los tengamos fichados. Aquí no escapa nadie.

La mujer del general

Cuánta paciencia, miércoles 15 de septiembre de 2010


Qué complicado eso de impartir justicia, sobre todo porque nos movemos en unos límites y fronteras difíciles de establecer. Hay una suerte de seres humanos que piensan que en derechos están por encima de los demás, a pesar de que nuestro sistema democrático diga lo contrario. Es eso que llamamos el poder. El poder es difuso, puede ser una persona con mucho dinero, un político con cargo importante o incluso un general de los de toda la vida. En Gran Canaria hay montada una buena por el caso de la mujer del general jefe del Mando de Canarias. Cometió una infracción grave, y de ahí para adelante, todo se lía. Ciertos elementos de la guardia civil por lo visto intentaron ocultar la infracción y que el asunto quedara en nada. Pero un agente de la policía nacional se empeñó en que no, que eso no podía dejarse pasar. La mujer quedó con una importante y justa sanción económica.

El tema es complicado porque la ley debería aplicarse siempre a rajatabla, pero no siempre es bueno que se aplique de manera tan taxativa. Hay veces en que los agentes de las fuerzas de seguridad suben un poco la presión y te dejan pasar cuando ven que, sin intención, cometiste una pequeña falta. Pero, ¿qué hacemos cuando el caso es especialmente grave? ¿De qué clase de polémica estaríamos hablando ahora si la infracción de la mujer del general hubiera causado alguna víctima?

Todo tenemos mangas, todos conocemos a alguien, y todos intentamos emplear esos contactos cuando se da el caso y buscamos algún favor o beneficio. Lo complicado es establecer dónde ponemos el límite entonces, porque a todos nos enseñaron que precisamente la justicia, las leyes y todo ese entramado está para establecer esos límites para evitar que unos pocos se beneficien de otros muchos. Pero en este caso algo queda claro, si quienes deben aplicar esas leyes se las toman al cachondeo, mal andamos.

Cuidemos la chocolatina

Cuánta paciencia, viernes 10 de septiembre de 2010

Hoy tenemos a Kiko explicándoles a ustedes cómo son esas cosas de volar entre islas. Hace unos días les hablé de que esto de los viajes por avión se está convirtiendo en chiste del que nadie se ríe. Las compañías se dieron cuenta hace tiempo que el proceso de trasladarse nos importa un pimiento, que lo que nos gusta es estar allí. Así que si nos maltratan bastante en ese proceso, no nos vamos a preocupar mucho. El síndrome low cost es así, y por desgracia se está aplicando a muchas facetas de la vida. Se pierde el respeto por la persona que paga. Se entiende que se paga solo porque se le traslade. En todo lo demás, te tratan como la peor basura. Al genial propietario de Ryanair habría que desterrarlo en Marte, y a ser posible en una nave espacial que durante los dos años del trayecto le aplique las mismas medidas con las que él abusa de sus clientes. Dos años de sufrimiento Ryanair, qué bestia me pongo.

Estamos desarrollando una alergia a los aeropuertos. Hay gente que se marea ante la mera idea de que ese día va a coger un barco. Y existen personas que empiezan a tener dolor de cabeza y derrote físico la víspera de coger un largo vuelo hacia unas vacaciones. Encima los canarios pagamos el pato de las famosas conexiones en Madrid en un aeropuerto de Barajas que es una oda al diseño disparatado y al parcheo constante.

Pero contamos con un pequeño refugio. Las compañías interinsulares, entre ellas esa Binter que hoy acoge a Kiko, dan la impresión de que se resisten en caer en esas prácticas, nos siguen tratando como a personas, siguen siendo comprensivos y solucionando problemas con diligencia, se mantienen flexibles en cambios de vuelos. Hacen bien, porque el día en que quiten la chocolatina o el paquete de manises, estará todo perdido.

La mujer del general

Cuánta paciencia, martes 14 de septiembre de 2010

Qué complicado eso de impartir justicia, sobre todo porque nos movemos en unos límites y fronteras difíciles de establecer. Hay una suerte de seres humanos que piensan que en derechos están por encima de los demás, a pesar de que nuestro sistema democrático diga lo contrario. Es eso que llamamos el poder. El poder es difuso, puede ser una persona con mucho dinero, un político con cargo importante o incluso un general de los de toda la vida. En Gran Canaria hay montada una buena por el caso de la mujer del general jefe del Mando de Canarias. Cometió una infracción grave, y de ahí para adelante, todo se lía. Ciertos elementos de la guardia civil por lo visto intentaron ocultar la infracción y que el asunto quedara en nada. Pero un agente de la policía nacional se empeñó en que no, que eso no podía dejarse pasar. La mujer quedó con una importante y justa sanción económica.

El tema es complicado porque la ley debería aplicarse siempre a rajatabla, pero no siempre es bueno que se aplique de manera tan taxativa. Hay veces en que los agentes de las fuerzas de seguridad suben un poco la presión y te dejan pasar cuando ven que, sin intención, cometiste una pequeña falta. Pero, ¿qué hacemos cuando el caso es especialmente grave? ¿De qué clase de polémica estaríamos hablando ahora si la infracción de la mujer del general hubiera causado alguna víctima?

Todo tenemos mangas, todos conocemos a alguien, y todos intentamos emplear esos contactos cuando se da el caso y buscamos algún favor o beneficio. Lo complicado es establecer dónde ponemos el límite entonces, porque a todos nos enseñaron que precisamente la justicia, las leyes y todo ese entramado está para establecer esos límites para evitar que unos pocos se beneficien de otros muchos. Pero en este caso algo queda claro, si quienes deben aplicar esas leyes se las toman al cachondeo, mal andamos.

No hay milagros digitales

Cuánta paciencia, lunes 13 de septiembre de 2010


Siempre que les cuenten a ustedes alguna patraña sobre asuntos paranormales, comunicación con los muertos y demás chorradas propias de médiums, respondan con lo que hizo Houdini. Houdini era un escapista, un mago famoso por salir de las más disparatadas situaciones de encadenamiento. Lo tiraban al mar en un baúl rodeado de candados y el hombre salía. Houdini, que sabía que la magia en realidad tenía truco, era un gran perseguidor de las falacias de esos que se manejan en lo que ellos llaman paraciencias. Houdini convino con su esposa una frase secreta para cuando él muriera. La esposa del mago, una vez fallecido el caballero, convocó a médiums para ver si adivinaban la famosa frase secreta. Nadie lo consiguió, obviamente.

La anécdota de la debo a David Trueba en una de sus casi siempre acertadas columnas de el periódico ‘El País’. La comento porque a pesar de los avances de la ciencia, y de que tenemos más o menos establecido que el método científico de ensayo y demostración es el que vale, cada vez más seres humanos creen en cuentistas que nos conectan con el más allá, nos leen el futuro o graban una psicofonía que siempre siempre siempre se oye fatal, y eso en la era del mp3 digital. Al igual que no hay ni una sola imagen nítida de un ovni, y que desde que todo el mundo tiene un móvil con cámara, se acabaron las apariciones de la virgen de turno. Todas estas espiritualidades, como siempre, se dan de bruces con la realidad.

Pero no, porque resulta que hay una personalidad como la princesa Margarita de Noruega, que dijo en una entrevista hace pocos días que es fácil contactar con los muertos y, atención, con los ángeles. Lo mejor fue la reacción de la iglesia noruega. Claro, condenan el tema porque ellos deben tener la exclusiva el contacto con el más allá, no olviden que el Papa Benedicto es la conexión terrenal del Dios en el que ellos creen y que Stephen Hawking no encuentra por ninguna parte. Los curas noruegos dicen que cuidado, que esto de hablar con los muertos puede ser peligroso. No comentan ni condenan la tontería de que alguien diga que puede hablar con los muertos porque claro, ellos llevan viviendo de ese cachondeo desde hace siglos, y no es cuestión de dar ideas terrenales entre tanto abuso a menores.

Verano a la carbonara

Cuánta paciencia, jueves 9 de septiembre de 2010

La máxima de Warhol debería cumplirse, pero a la bestia, eso de los 15 minutos de fama que se nos garantizaría a todos en el futuro. Warhol no conoció las redes sociales y la popularidad que te otorgan según lo brillante de tu estado del día y del debate que genere.

Pero a todos nos hace falta algo más de fama, nos vendría bien un verano de atención mediática constante o un año entero ante el foco y los micrófonos. Quizá así comprendiéramos mejor la condición humana del famoso, sobre todo la gran dificultad de pasar de ser una persona normal y corriente a convertirte en un ser popular. Y no, no hablo de concursantes de grandes hermanos, ni ‘tronistas’ ni demás idiotas que quieren convertirse en la Belén Esteban de la temporada, luciendo cacha, rimel e ignorancia en esos aburridísimos programas de televisión. Me refiero a una fama de verdad, de esta que te hagan fotos en la quinta puñeta del mundo donde intentas estar de vacaciones.

Todos deberíamos padecer el verano de Sara Carbonero o el año y pico de atención de Jesús Neira, el famoso doctor universitario que una vez se metió en medio de una pelea de pareja, a quien ahora califican ya como un juguete roto y tal y cual. Cuánta severidad, con qué alegría juzgamos a una persona que estuvo al borde de la muerte y que ahora intenta rehacer su vida entremezclado con la puñetera política y con el vapuleo informativo de la jornada, donde los medios que se dicen de izquierdas atacan a lo que ellos consideran que son de derechas y viceversa. Alguien dijo que el señor Neira era de derechas sin esperar a preguntarle. Lo que importa es juzgar, juzgar y juzgar, las fotos de Sara Carbonero durante todo su veraneo y cualquier paso que dé Jesús Neira. Para todos esos opinadores la mejor receta es pasar el verano de Sara Carbonero o el año y pico de Neira, a ver si así nos hacemos un poco más cariñosos.