Cuánta paciencia, miércoles 15 de septiembre de 2010
Qué complicado eso de impartir justicia, sobre todo porque nos movemos en unos límites y fronteras difíciles de establecer. Hay una suerte de seres humanos que piensan que en derechos están por encima de los demás, a pesar de que nuestro sistema democrático diga lo contrario. Es eso que llamamos el poder. El poder es difuso, puede ser una persona con mucho dinero, un político con cargo importante o incluso un general de los de toda la vida. En Gran Canaria hay montada una buena por el caso de la mujer del general jefe del Mando de Canarias. Cometió una infracción grave, y de ahí para adelante, todo se lía. Ciertos elementos de la guardia civil por lo visto intentaron ocultar la infracción y que el asunto quedara en nada. Pero un agente de la policía nacional se empeñó en que no, que eso no podía dejarse pasar. La mujer quedó con una importante y justa sanción económica.
El tema es complicado porque la ley debería aplicarse siempre a rajatabla, pero no siempre es bueno que se aplique de manera tan taxativa. Hay veces en que los agentes de las fuerzas de seguridad suben un poco la presión y te dejan pasar cuando ven que, sin intención, cometiste una pequeña falta. Pero, ¿qué hacemos cuando el caso es especialmente grave? ¿De qué clase de polémica estaríamos hablando ahora si la infracción de la mujer del general hubiera causado alguna víctima?
Todo tenemos mangas, todos conocemos a alguien, y todos intentamos emplear esos contactos cuando se da el caso y buscamos algún favor o beneficio. Lo complicado es establecer dónde ponemos el límite entonces, porque a todos nos enseñaron que precisamente la justicia, las leyes y todo ese entramado está para establecer esos límites para evitar que unos pocos se beneficien de otros muchos. Pero en este caso algo queda claro, si quienes deben aplicar esas leyes se las toman al cachondeo, mal andamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario