lunes, 20 de septiembre de 2010

Y a mí que me gustaba Holanda...

Cuánta paciencia, lunes 12 de julio de 2010

Vamos a acabar el Mundial analizando las capacidades adivinatorias de un pulpo, que son tal elevadas como las de cualquier humano, y el beso de un chico a su novia, solo que el chico es el capitán de la selección, la novia es una reportera de televisión, y el beso fue en directo.

Hay otro elemento que convendría analizar, y es la enorme preocupación de los nacionalismos regionalistas españoles ante el auge de rojo y gualditos por culpa de la selección. Pobrecitos. Una nación es una realidad cultural, y a pesar de esa cosa llamada autonomías, España está unida por el gazpacho, el deporte y una generación que en los setenta y los ochenta creció ante la misma televisión. En fin, que andar justificando tanto las nacionalidades es un poco aburrido. En caso de dudas, estemos del lado de la felicidad, del amor, y del pulpo Paul, que mucho cachondeo pero el bicho siempre se come el mejillón acertado. La noticia triste del día es que Paul no llegará a la Eurocopa de 2012 porque, como sabrán ustedes, la longevidad del pulpo será escasa. Sería una idea preciosa que, antes de morir de viejo o de estrés, sacrificáramos al pulpo Paul y se lo diéramos de comer a Sara Carbonero e Iker Casillas en su banquete de boda. Luego imagínense el debate: que si habría que hacerlo a la gallega, que si mejor frito.

El tema es discutir. ¿Qué no? A estas alturas del mambo, después de estar toda la mañana viendo vídeos y leyendo crónicas y análisis del partido, resulta que varios jugadores neerlandeses se quejan por el trato arbitral en la final. Sí, oyen ustedes bien, después de ver varias coñas en forma de vídeo con la patada de Jong, uno tiene que leer esto. Eso demuestra que España no solo ganó por calidad de juego, sino por esa cosa llamada talante. Nadie entró en polémicas por parte de la selección roja, todos los dimes y diretes se arreglaron con juego, bueno, con goles, pocos, y con un precioso beso para la posteridad. Un pulpo, un beso, pero mejor que todo, un maleficio que nos quitamos de encima y que a ver si ayuda a perder más complejos.

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