miércoles, 2 de diciembre de 2009

Menos perdón y más acción

Cuánta paciencia, martes 1 de diciembre de 2009

Ahora vivimos la otra vorágine. Está la vorágine de los perdones informativos sin plantear propuestas. ¿Por qué se evita la palabra presunto en los titulares justo cuando se inicia una investigación y está todo en el aire? ¿Por qué se aceptan las fuentes policiales sin el conveniente contraste? ¿Por qué se abren comentarios en las webs sin un filtrado conveniente? Llegan justificaciones precisamente de los diarios que peor trataron este asunto, dice cierto director acostumbrado al ajusticiamiento público de los redactores no afines que actuó bien. No nos hagan reír, hombre. Ciertos columnistas aprovechan el disparate para atacar a columnistas de otros medios que no les caen bien. Sí, cuando ustedes se pensaban que otro ridículo más era imposible, nos encontramos con gentuza de esta calaña, personas que no reparan en que están empleando una tragedia para sus particulares batallitas de poder periodístico. Otra arcada más para sumar en una semana trágica.

Ahora ni la Consejería de Sanidad ni la guardia Civil filtraron la famosa primera inspección, donde se hablaba de un presunto maltrato. Conviene recordar que esa información es confidencial y que no puede revelarse de cualquier manera. Hay un elemento claro: existe una primera persona que decide hacer pública esa inspección médica errónea, pero confidencial, luego existen varias personas que emplean una información sin someterla al conveniente contraste, que redactan noticias y escriben titulares sin emplear los mínimos elementos de precaución y libres de eso que repetimos tanto estos días: la presunción de inocencia. Luego otras personas abrieron comentarios en las noticias, y dieron salida a teléfonos en los programas en directo, para que más personas lanzaran sus improperios a partir de una información que nunca debió publicarse. Varias personas públicas emitieron condenas encendidas de las que no se retractaron todavía. Organismos oficiales convocaron minutos de silencio sin echar el freno. Es todo cuestión de personas, y por tanto, es fácil identificar a los culpables de todo esto. Con perdones y declaraciones que tiran los balones de un tejado a otro, no se resuelve nada. Hay responsables, que dimitan y que se dejen de escribir patéticas columnillas.

Ahora me toca a mí pedir perdón, y es por no abandonar este caso. Lo siento mucho, pero no puedo dejar de pensar en que Diego la semana pasada estaba bañando a Aitana, que la niña se quejó de que le dolía la cabeza, que dejó de respirar, y que Diego ya no volvió a verla con vida. Luego vino una de las semanas más idiotas de la historia de Canarias. Eso no debemos olvidarlo.


Postdata: más para el vómito: el escandaloso interrogatorio de la Guardia Civil, menos benemérita que nunca, más patéticos intentos de perdón como el lamentable editorial de 'La Opinión de Tenerife' en su edición de hoy (que no enlazo para no darle ni media visita a esos desalmados), etcétera, etcétera. Todo esto nos seguirá mareando un tiempo porque nos lo merecemos: metimos la pata hasta el fondo. ¿Por qué? Creo que la culpa principal es de que en los medios trabaja mucha gente con evidentes limitaciones intelectuales, mientras que los buenos periodistas, más listos, no están salvo contadísimas excepciones en los medios, sino que en otra parte. Con cuatro periodistas cautos, esto no habría pasado. Gran lección: mejor esperar que publicar la gran metedura de pata de tu vida. Segunda lección: no te fíes de nadie, ni siquiera de la policía, que en vista de lo que le hicieron al pobre Diego, mejor ni mirarles a la cara. Tercera lección: recuerda aquello que se decía en la facultad, si es que fuiste a la facultad (algunos fueron y se les nota tan poco...): la información hay que contrastarla con al menos dos fuentes.

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