Cuánta paciencia, lunes 30 de noviembre de 2009
No se preocupen, que toda la culpa es del médico, de ese maldito médico al que deberíamos colgar ya de la plaza mayor por elaborar un primer informe erróneo sobre la muerte de la pobre Aitana. Una niña que se murió por un golpe mal tratado en un columpio. Debe ser horrible manejar la muerte de tu hija de tres años como para que encima tengas que digerir el convertirte en el pelele informativo de turno.
No se preocupen que después de linchar al novio del padre de la chiquilla, ahora iremos a por el médico, a por el servicio canario de salud, a por la consejera de sanidad, qué demonios, a por el mismo presidente del gobierno de Canarias, aunque quizá la culpa de todo la tenga Trinidad Jiménez y, en consecuencia, Zapatero, una vez más responsable de todo lo que se mueve.
Por supuesto que nosotros, los medios de comunicación, no tenemos ninguna culpa porque, en un ejercicio de profesionalidad y capacidad crítica, nos limitamos a cortar y pegar la nota que remitió la guardia civil, porque las fuerzas policiales ponen mucho empeño en publicitarse cuando aciertan, el mismo esfuerzo que ponen en ocultar sus abundantes errores. Los medios solo abrimos teléfonos y comentarios para dar cabida a la creatividad asesina de la ciudadanía, vaya con la ciudadanía. Desde pegarle fuego hasta sacarle los intestinos al estilo comanche, las propuestas fueron de lo más interesantes. Los que se quedaron en solicitar la pena de muerte para el hombre eran del sector moderado.
El único beneficio de toda esta tragedia es que la próxima vez levantaremos un poco el pie del acelerador y, antes de que se redacte el nuevo titular tendencioso o se abran las opiniones de la ignorancia, digo, de la ciudadanía, un ser humano inteligente y cauto diga eso: “Oigan, acuérdense del caso de Diego, al pibe que casi lincharon en el sur de Tenerife”. La respuesta será clarísima: ¿Qué Diego?
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