Cuánta paciencia, jueves 28 de enero de 2010.
Jolín con el Ipad, el cacharro ese que acaba de presentar Apple. Yo no sé ustedes, pero o se ponen de acuerdo, o dentro de poco tendremos que ir con cuarenta aparatos revolucionarios que nos cambiarán la vida encima, y casi todos con la I, o la ai, por delante. Que si libro electrónico, que si móvil, que si Mp3, que si netbook. Ahora dicen que el Ipad va a solucionar parte de eso, pero tampoco es un teléfono móvil ni tiene cámara digital. Así que, a ver si evoluciona ya la tecnología, nos implantan un chip en la oreja, otro en el ojo y se dejan de chorradas.
En realidad todo esto forma parte del gran juego infantiloide de la sensación de la temporada. Los frikis tecnológicos, impulsados por ese niño que nos queda dentro y que cada vez da menos vergüenza sacar fuera, deben comprarse ese Ipad como sea, deben conseguirlo, sí, sí, sí, para luego darse cuenta de que su vida sigue igual con el cacharro nuevo, o no. Es el síndrome de los diseñadores. No sé la razón, pero los diseñadores gráficos son Appleadictos, para mayor gloria de la cuenta corriente de mi tocayo Steve Jobs. Una cosa, el señor Jobs tiene más perras que el señor Job Ledesma porque su nombre es trabajo en plural, mientras que el mío es singular, y con eso está explicado todo.
Los diseñadores gráficos removerán todo para hacerse con el primer Ipad que llegue a Canarias, seguramente pidiéndolo directamente a Estados Unidos. Y así estarán, entretenidísimos, hasta que mi tocayo u otro lumbrera descubra el chisme electrónico que nos va a arreglar definitivamente la vida el próximo semestre pero que en realidad, solo conseguirá que tengamos otra fuente de alimentación más para enchufar en la corriente, que para arreglar eso todavía no descubrieron nada.
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