Cuánta paciencia, miércoles 7 de julio de 2010
La España deportiva y futbolera se juega una de las grandes citas de su historia y todo el mundo pendiente de un pulpo. El famoso ya pulpo Paul vive en el acuario de Oberhausen. Sí, los alemanes tienen a un pulpo en un acuario como una gran atracción. Solo por eso merecen perder esta noche. El famoso pulpo por lo visto lleva acertados los resultados de unos cuantos partidos del Mundial. Pues nada, a ver si el pulpo se pone y nos cuenta todos los resultados de todas las competiciones deportivas del mundo desde aquí hasta el final de los tiempos y así nos ahorramos un montón de tiempo perdido.
La noticia en sí es una soberana estupidez, pero es de las más seguidas, comentadas y sobre todo repetidas por los informativos de medio mundo. Un pulpo que dicen que acierta resultados deportivos. Friker Jiménez tendría mucho trabajo con este nuevo misterio del mundo moderno.
A pesar de la tremenda nadería que oculta la información, hay un hecho romántico. En España somos muy aficionados a comernos a los pulpos: a la gallega, en vinagreta, en ropa vieja, frito, guisado, mira que nos gusta el pulpo. Paul, el pulpo alemán, que es tan listo como para acertar un partido de fútbol, debería conocer del tratamiento que dispensa España a sus congéneres, y aún así, dice que España ganará el partido contra Alemania porque abrió un tarrito, todos firmes, que lucía la bandera nacional. Bandera nacional que campa a sus anchas por media Canarias, para desesperación de los cuatro nacionalistas redivivos que a estas alturas siguen hablando de la colonización de esta tierra. Hablando del nacionalismo, hace años cada vez que se jugaba el Mundial de turno, algunas formaciones políticas nacionalistas sacaban el típico comunicado diciendo eso que ante la nueva cita deportiva no había que apoyar a la pérfida e invasora selección española, sino a selecciones más afines. La lista de simpatías estaba compuesta por cualquier país africano de aquí cerca y por otros que gozaban de las filias nacionalistas, como Irán en su día. El rollo era apoyar a cualquiera con tal de no animar a España. Los nacionalistas no se pronuncian en este Mundial. Por suerte, todavía nos queda el pulpo Paul para tener el medidor de chorradas a tope.
jueves, 8 de julio de 2010
miércoles, 7 de julio de 2010
Cómo se mide el nacionalismo
Cuánta paciencia, martes 6 de julio de 2010
El verdadero problema de esta vida moderna es que hay ciertos elementos que no se pueden medir. No podemos medir el amor, a pesar de que nuestras parejas a veces nos asalte con esa pregunta de “¿cuánto me quieres?”, que a ver quién es el gracioso que la responde. No podemos medir la ética y la moral, a pesar de que intentemos perseguir a golpe de leyes a aquellos que se las saltan, se las intentan saltar o parece que se las saltan, y más si son nuestros representantes públicos.
Tampoco se puede medir esa soberana chorrada que es el patriotismo, la españolidad o en la versión más cercana, la canariedad. Existen personas que se rasgan mucho las vestiduras con eso del patriotismo, y más ahora gracias a los triunfos deportivos. Esas personas luego no muestran mucho patriotismo práctico, o sea, que ni siquiera pagan sus impuestos de manera correcta. Es mejor dejar estas cosas del cariño por la patria en el trabajo diario más que en las demostraciones deportivas. Porque como ya dijimos en esta columna radiofónica, una de las cosas más complicadas en esta vida es ser coherente.
Pero existen seres humanos que acuden prestos a resolver nuestros problemas, como es el caso de un juzgado de Puerto del Rosario, en Fuerteventura, que hace un test de españolidad, canariedad y majoreridad, por este orden, a las personas que solicitan la nacionalidad española. Del test se conoce poco, pero es una idea brillante que ya aplican otros jueces muertos del aburrimiento del resto de la geografía, sí, Española. La cuestión es que, a los 18 años, en lugar de la Selectividad, la PAU o como se llame, nos aplicaran a todos los nacionales un test de marras. Inclusive, sería bueno que a partir de ahora, por sorpresa y con preguntas aleatorias, todos y cada uno de los españoles, canarios y majoreros, pasáramos por este examen, y al suspendido lo echamos fuera y así creamos puestos de trabajo. Pero las preguntas son inquietantes: ¿saben ustedes cuáles son los colores de la bandera de Fuerteventura? Sinceramente, a todos nos debería importar un pimiento, menos al juez majorero, que le parece un asunto de enorme preocupación, españolidad, canariedad y majoreridad. La bandera es blanca y verde, lo pueden saber en un segundo gracias a Internet. Hasta en eso los jueces son antiguos.
El verdadero problema de esta vida moderna es que hay ciertos elementos que no se pueden medir. No podemos medir el amor, a pesar de que nuestras parejas a veces nos asalte con esa pregunta de “¿cuánto me quieres?”, que a ver quién es el gracioso que la responde. No podemos medir la ética y la moral, a pesar de que intentemos perseguir a golpe de leyes a aquellos que se las saltan, se las intentan saltar o parece que se las saltan, y más si son nuestros representantes públicos.
Tampoco se puede medir esa soberana chorrada que es el patriotismo, la españolidad o en la versión más cercana, la canariedad. Existen personas que se rasgan mucho las vestiduras con eso del patriotismo, y más ahora gracias a los triunfos deportivos. Esas personas luego no muestran mucho patriotismo práctico, o sea, que ni siquiera pagan sus impuestos de manera correcta. Es mejor dejar estas cosas del cariño por la patria en el trabajo diario más que en las demostraciones deportivas. Porque como ya dijimos en esta columna radiofónica, una de las cosas más complicadas en esta vida es ser coherente.
Pero existen seres humanos que acuden prestos a resolver nuestros problemas, como es el caso de un juzgado de Puerto del Rosario, en Fuerteventura, que hace un test de españolidad, canariedad y majoreridad, por este orden, a las personas que solicitan la nacionalidad española. Del test se conoce poco, pero es una idea brillante que ya aplican otros jueces muertos del aburrimiento del resto de la geografía, sí, Española. La cuestión es que, a los 18 años, en lugar de la Selectividad, la PAU o como se llame, nos aplicaran a todos los nacionales un test de marras. Inclusive, sería bueno que a partir de ahora, por sorpresa y con preguntas aleatorias, todos y cada uno de los españoles, canarios y majoreros, pasáramos por este examen, y al suspendido lo echamos fuera y así creamos puestos de trabajo. Pero las preguntas son inquietantes: ¿saben ustedes cuáles son los colores de la bandera de Fuerteventura? Sinceramente, a todos nos debería importar un pimiento, menos al juez majorero, que le parece un asunto de enorme preocupación, españolidad, canariedad y majoreridad. La bandera es blanca y verde, lo pueden saber en un segundo gracias a Internet. Hasta en eso los jueces son antiguos.
martes, 6 de julio de 2010
A la gente le gusta trabajar
Cuánta paciencia, lunes 5 de julio de 2010
Oigan, que más de la mitad de los trabajadores de España dicen que están felices con sus trabajos. En concreto, estirando mucho el porcentaje, tres de cada cuatro empleados españoles afirma que está entre muy satisfecho y satisfecho con su empleo. Es una encuesta internacional y faltan detalles, o mejor matices, como siempre en una encuesta. Porque la verdadera sensación que da es que la gente está muy satisfecha o satisfecha simplemente con tener un empleo, con la que está cayendo. E igual, con la que está cayendo, mucho trabajarían hasta limpiando fosas sépticas con tal de tener un puesto de trabajo. Por la televisión ponen un anuncio de una persona que dice que todas las mañanas acude feliz a su puesto, que es en una planta de reciclaje de basuras. Una de dos, o el ser humano tiene más aguante del que pensamos, o es muy hipócrita o, lo que es peor, en realidad le gusta trabajar.
Un horror, puede resultar que nos guste trabajar y todo. Que no se enteren los empresarios. Justo hace unos días se escuchaba por la radio a una filósofa decir que la verdadera revolución humana para esta década es recuperar nuestro tiempo, y que el tiempo personal nos lo roban de muchas maneras, sobre todo con el trabajo organizado, con su horario, su estancia en los puestos de trabajo y estas cosas simpáticas. Oigan, qué gran afirmación, esta señora filósofa es una santa. O eso o este comentarista que colma su paciencia cada día está rodeado de gente disparatada o de gente que miente en las encuestas porque que uno sepa, a nadie cercano le gusta trabajar. En esto, como todo, hay dos preguntas clave: la primera es si mientras estás trabajando se te ocurren diez sitios mejores donde gastar ese instante, la segunda es más puñetera, y consiste en plantearte si tu trabajo te gusta tanto como para hacerlo gratis o cobrando menos. De nuevo que no se enteren ni los jefes ni los empresarios.
Pero tranquilos, lo sabemos todos y lo corroboraremos en septiembre: que trabaje Rita. Ojalá pudiéramos vivir sin dar un palo al agua y ocupados en otros menesteres más graciosos, y también ojalá que pudiéramos hacer tantas cosas que nos gustan, como esta columna, o el programa de radio de Kiko Barroso, cuando nos apeteciera y sin que nadie se viera en la obligación de pagar por ello. Y ojalá que el champán fuera gratis.
Nota: estuve de vacaciones entre el jueves 24 de junio y el lunes, de ahí que falten las columnas correspondientes.
Oigan, que más de la mitad de los trabajadores de España dicen que están felices con sus trabajos. En concreto, estirando mucho el porcentaje, tres de cada cuatro empleados españoles afirma que está entre muy satisfecho y satisfecho con su empleo. Es una encuesta internacional y faltan detalles, o mejor matices, como siempre en una encuesta. Porque la verdadera sensación que da es que la gente está muy satisfecha o satisfecha simplemente con tener un empleo, con la que está cayendo. E igual, con la que está cayendo, mucho trabajarían hasta limpiando fosas sépticas con tal de tener un puesto de trabajo. Por la televisión ponen un anuncio de una persona que dice que todas las mañanas acude feliz a su puesto, que es en una planta de reciclaje de basuras. Una de dos, o el ser humano tiene más aguante del que pensamos, o es muy hipócrita o, lo que es peor, en realidad le gusta trabajar.
Un horror, puede resultar que nos guste trabajar y todo. Que no se enteren los empresarios. Justo hace unos días se escuchaba por la radio a una filósofa decir que la verdadera revolución humana para esta década es recuperar nuestro tiempo, y que el tiempo personal nos lo roban de muchas maneras, sobre todo con el trabajo organizado, con su horario, su estancia en los puestos de trabajo y estas cosas simpáticas. Oigan, qué gran afirmación, esta señora filósofa es una santa. O eso o este comentarista que colma su paciencia cada día está rodeado de gente disparatada o de gente que miente en las encuestas porque que uno sepa, a nadie cercano le gusta trabajar. En esto, como todo, hay dos preguntas clave: la primera es si mientras estás trabajando se te ocurren diez sitios mejores donde gastar ese instante, la segunda es más puñetera, y consiste en plantearte si tu trabajo te gusta tanto como para hacerlo gratis o cobrando menos. De nuevo que no se enteren ni los jefes ni los empresarios.
Pero tranquilos, lo sabemos todos y lo corroboraremos en septiembre: que trabaje Rita. Ojalá pudiéramos vivir sin dar un palo al agua y ocupados en otros menesteres más graciosos, y también ojalá que pudiéramos hacer tantas cosas que nos gustan, como esta columna, o el programa de radio de Kiko Barroso, cuando nos apeteciera y sin que nadie se viera en la obligación de pagar por ello. Y ojalá que el champán fuera gratis.
Nota: estuve de vacaciones entre el jueves 24 de junio y el lunes, de ahí que falten las columnas correspondientes.
Curemos la tontería
Cuánta paciencia, miércoles 22 de junio de 2010
Qué manía con el asunto de curar la homosexualidad. La lógica es sencilla. Algún integrista homosexual podría decir que al contrario, que la heterosexualidad tiene cura y que dejemos sacar al gay que llevamos dentro. Incluso hay una corriente de pensamiento filosófico que buscar derribar las barreras de los límites sexuales impuestos por la sociedad, lo llaman la revolución contrasexual. Dicen que no deberíamos ser ni homo ni heterosexuales, sino todo lo contrario, y que en realidad aceptamos estas parcelas hetero y homo porque son correctas dentro de nuestro entramado social.
Parece claro que la homosexualidad todavía no está muy aceptada, en vista del revuelo causado por la famosa clínica de Barcelona que dice curar la homosexualidad, y reacciones como la del político de Convergencia Durán i Lleida, que pide respeto y ayuda para las personas que de la homosexualidad se pasan al rollo hetero. Se medio escandaliza Durán i Lleida porque cada vez que alguien sale del armario, se monte una fiesta, pero que en el sentido contrario, nadie se ponga contento. Durán se olvidó ya de que hace pocas décadas las homosexualidad estaba penada con cárcel en muchos países democráticos, y que incluso hoy en día, en ciertos estados es delito. Así que el signo de la celebración parece claro. Menos mal que Durán no califica la homosexualidad como enfermedad, hombre, feo estaría.
Todo esto deja la sensación habitual de que cierta parte heterosexual de esta sociedad se siente atacada por las reivindicaciones homosexuales, y que de vez en cuando saltan estupideces del tipo de que la homosexualidad se puede curar, curiosamente rezando. No queda otra que soportar estas salidas de tono, y protestar contra ellas, en eso está basada nuestra democracia, en aguantar las muestras de intransigencia de todos. En Israel tienen que soportar las demandas de los ultraortodoxos judíos, que entre otras gracias solicitan la prohibición de los trajes de baño, que las mujeres viajen separadas de los hombres en los transportes públicos y que todas las tiendas cierren en Sabat. Por desgracia, tenemos que dejarlos que se quejen, pero no podemos tolerar que consigan ninguna de sus reinvindicaciones.
Qué manía con el asunto de curar la homosexualidad. La lógica es sencilla. Algún integrista homosexual podría decir que al contrario, que la heterosexualidad tiene cura y que dejemos sacar al gay que llevamos dentro. Incluso hay una corriente de pensamiento filosófico que buscar derribar las barreras de los límites sexuales impuestos por la sociedad, lo llaman la revolución contrasexual. Dicen que no deberíamos ser ni homo ni heterosexuales, sino todo lo contrario, y que en realidad aceptamos estas parcelas hetero y homo porque son correctas dentro de nuestro entramado social.
Parece claro que la homosexualidad todavía no está muy aceptada, en vista del revuelo causado por la famosa clínica de Barcelona que dice curar la homosexualidad, y reacciones como la del político de Convergencia Durán i Lleida, que pide respeto y ayuda para las personas que de la homosexualidad se pasan al rollo hetero. Se medio escandaliza Durán i Lleida porque cada vez que alguien sale del armario, se monte una fiesta, pero que en el sentido contrario, nadie se ponga contento. Durán se olvidó ya de que hace pocas décadas las homosexualidad estaba penada con cárcel en muchos países democráticos, y que incluso hoy en día, en ciertos estados es delito. Así que el signo de la celebración parece claro. Menos mal que Durán no califica la homosexualidad como enfermedad, hombre, feo estaría.
Todo esto deja la sensación habitual de que cierta parte heterosexual de esta sociedad se siente atacada por las reivindicaciones homosexuales, y que de vez en cuando saltan estupideces del tipo de que la homosexualidad se puede curar, curiosamente rezando. No queda otra que soportar estas salidas de tono, y protestar contra ellas, en eso está basada nuestra democracia, en aguantar las muestras de intransigencia de todos. En Israel tienen que soportar las demandas de los ultraortodoxos judíos, que entre otras gracias solicitan la prohibición de los trajes de baño, que las mujeres viajen separadas de los hombres en los transportes públicos y que todas las tiendas cierren en Sabat. Por desgracia, tenemos que dejarlos que se quejen, pero no podemos tolerar que consigan ninguna de sus reinvindicaciones.
La neurona de Ozzy
Cuánta paciencia, martes 22 de junio de 2010
Qué tendrá Ozzy Osbourne dentro de su cuerpo. Lo que hay dentro de su mente está claro, y así lo manifiesta en cada edición del programa ‘ The Osbournes’. Ozzy vive en una especie de nebulosa, y repta como si fuera un anciano de 90 años. Pero bueno, es que Ozzy, a pesar de su melena, de su querencia por el rimel y de seguir aupado en el trono del heavy metal, tiene nada menos que 61 años de edad.
Hace mucho, mucho tiempo, allá por finales de la década de los ochenta, todos los aficionados a la música rarita nos preguntábamos que cómo podría envejecer esto del rock and roll. Era un debate recurrente, ¿esta muerto el rock? Si echamos ahora la vista atrás nos entra un poco de risa con ese lío, porque el rock es como el jazz, un estilo con subidas y bajadas, pero siempre presente porque siempre será emocionante ver a un fulano con una guitarra y el amplificador al diez. Como dicen los rockeros, el rock es cuestión de actitud, y de eso andan sobrados muchos artistas hoy en día. Ozzy demuestra que el rock de geriátrico es fantástico.
La duda es si para el rock hace falta una genética especial. Sabíamos que los grandes de la música necesitan, además de condiciones estrictamente musicales como buen oído, sentido del ritmo y una voz más o menos llamativa para los cantantes, otros elementos como el carisma y sobre todo la belleza. Lo que nadie explica a los pibes que empiezan en esto de la música es que para aguantar en el tema del rock y de la música nocturna, hace falta tener un cuerpo de paracaidista del ejército israelí. Los músicos suelen actuar por las noches, y la noche es muy peligrosa. Incluso rancios cantantes de boleros cayeron en su día en las tentaciones de las drogas divertidas, como el alcohol. No les digo ya los rockeros. Se meten en un tren de vida que pasa una dura factura sobre sus cuerpos. La historia del rock está sobrecargada de muertes prematuras. Ahora la ciencia se mete en el vicio. Varios científicos van a estudiar el genoma de Ozzy Osbourne para ver cómo es posible que este hombre haya soportado tantos años de excesos y siga vivo. 40 años de juerga, dice el propio Ozzy. Oigan, de repente de los resultados de este estudio salen nuevos beneficios para la humanidad como el remedio contra la resaca y la pastilla que nos devuelva la alegría después de una noche de juerga, porque yo no sé ustedes, pero con los años, uno sale el sábado y está toda la semana siguiente malo.
Qué tendrá Ozzy Osbourne dentro de su cuerpo. Lo que hay dentro de su mente está claro, y así lo manifiesta en cada edición del programa ‘ The Osbournes’. Ozzy vive en una especie de nebulosa, y repta como si fuera un anciano de 90 años. Pero bueno, es que Ozzy, a pesar de su melena, de su querencia por el rimel y de seguir aupado en el trono del heavy metal, tiene nada menos que 61 años de edad.
Hace mucho, mucho tiempo, allá por finales de la década de los ochenta, todos los aficionados a la música rarita nos preguntábamos que cómo podría envejecer esto del rock and roll. Era un debate recurrente, ¿esta muerto el rock? Si echamos ahora la vista atrás nos entra un poco de risa con ese lío, porque el rock es como el jazz, un estilo con subidas y bajadas, pero siempre presente porque siempre será emocionante ver a un fulano con una guitarra y el amplificador al diez. Como dicen los rockeros, el rock es cuestión de actitud, y de eso andan sobrados muchos artistas hoy en día. Ozzy demuestra que el rock de geriátrico es fantástico.
La duda es si para el rock hace falta una genética especial. Sabíamos que los grandes de la música necesitan, además de condiciones estrictamente musicales como buen oído, sentido del ritmo y una voz más o menos llamativa para los cantantes, otros elementos como el carisma y sobre todo la belleza. Lo que nadie explica a los pibes que empiezan en esto de la música es que para aguantar en el tema del rock y de la música nocturna, hace falta tener un cuerpo de paracaidista del ejército israelí. Los músicos suelen actuar por las noches, y la noche es muy peligrosa. Incluso rancios cantantes de boleros cayeron en su día en las tentaciones de las drogas divertidas, como el alcohol. No les digo ya los rockeros. Se meten en un tren de vida que pasa una dura factura sobre sus cuerpos. La historia del rock está sobrecargada de muertes prematuras. Ahora la ciencia se mete en el vicio. Varios científicos van a estudiar el genoma de Ozzy Osbourne para ver cómo es posible que este hombre haya soportado tantos años de excesos y siga vivo. 40 años de juerga, dice el propio Ozzy. Oigan, de repente de los resultados de este estudio salen nuevos beneficios para la humanidad como el remedio contra la resaca y la pastilla que nos devuelva la alegría después de una noche de juerga, porque yo no sé ustedes, pero con los años, uno sale el sábado y está toda la semana siguiente malo.
España va chachi, y no solo en deporte
Cuánta paciencia, viernes, 21 de junio de 2010
España está mejor de lo que decimos, a pesar del fútbol. En fútbol también está bien, en fin, contra Suiza jugó bastante bien, pero hay partidos de ese tipo, bastante insufribles, donde no hay manera de ganar ni jugando dos días seguidos. La mejoría saldrá esta tarde o no, porque el fútbol es así de impredecible y por eso nos gusta.
Pero España va bien, y no porque lo diga este comentarista. Resulta que en riqueza media estamos por encima de la media europea y mejor que los italianos. A ver si los especuladores de medio mundo se dedican a atacar a la Italia de Berlusconi. Pero el dinero internacional es así, necesita rentabilidades altas y fuertes, y si por el camino hay que cargarse un país, pues les importa un pimiento. El problema es lo poco que pueden hacer los países para evitar que un grupo de especuladores con ganas de ganar más pasta se los cepille. Eso es lo que quedó pendiente cuando, al comienzo de la crisis, nos dijeron eso de que iban a refundar el capitalismo y patatín patatán.
Otro dato para la esperanza. España es el país favorito para los estudiantes europeos del programa Erasmus del próximo curso, programa que este año bate su récord histórico de participantes. Los estudiantes prefieren venirse a España antes que a Francia, a pesar de su buena cocina, y de Alemania, por encima de la buena fama de su economía y sus empresas. Qué tendrá este país, además de bares, horarios de cierre disparatados, la simpatía de sus gentes y todo eso. Quizá tiene algo que no se puede comprar ni especular, algo que entre todos deberíamos recuperar con esfuerzo, y son esas ganas de vivir y pasarlo bien que con tanta noticia económica tremenda nos están quitando cada día.
España está mejor de lo que decimos, a pesar del fútbol. En fútbol también está bien, en fin, contra Suiza jugó bastante bien, pero hay partidos de ese tipo, bastante insufribles, donde no hay manera de ganar ni jugando dos días seguidos. La mejoría saldrá esta tarde o no, porque el fútbol es así de impredecible y por eso nos gusta.
Pero España va bien, y no porque lo diga este comentarista. Resulta que en riqueza media estamos por encima de la media europea y mejor que los italianos. A ver si los especuladores de medio mundo se dedican a atacar a la Italia de Berlusconi. Pero el dinero internacional es así, necesita rentabilidades altas y fuertes, y si por el camino hay que cargarse un país, pues les importa un pimiento. El problema es lo poco que pueden hacer los países para evitar que un grupo de especuladores con ganas de ganar más pasta se los cepille. Eso es lo que quedó pendiente cuando, al comienzo de la crisis, nos dijeron eso de que iban a refundar el capitalismo y patatín patatán.
Otro dato para la esperanza. España es el país favorito para los estudiantes europeos del programa Erasmus del próximo curso, programa que este año bate su récord histórico de participantes. Los estudiantes prefieren venirse a España antes que a Francia, a pesar de su buena cocina, y de Alemania, por encima de la buena fama de su economía y sus empresas. Qué tendrá este país, además de bares, horarios de cierre disparatados, la simpatía de sus gentes y todo eso. Quizá tiene algo que no se puede comprar ni especular, algo que entre todos deberíamos recuperar con esfuerzo, y son esas ganas de vivir y pasarlo bien que con tanta noticia económica tremenda nos están quitando cada día.
Que viva el escáner
Cuánta paciencia, viernes 19 de junio de 2010
Queridos conciudadanos, queridos patriotas, queridos canarios, pero sobre todo, queridos tinerfeños, chicharreros de pro. Llega una de las horas decisivas para la tierra que hace años, no tantos, vio nacer a este pesado que cada tarde les habla. Les proclamo que sí, soy chicharrero de nacimiento, no sé tanto si de convicción. Y les proclamo que, a pesar de esa incertidumbre en la motivación nacional insularista, sí que considero que hay momentos en la vida cuando una persona debe mostrar la pasta de que está hecha, debe dejar a un lado las timideces y los temores para gritar a los cuatro vientos ante la injusticia y la opresión.
Porque mañana sábado será una de esas jornadas gloriosas en la historia de esta bendita tierra guanche, en la crónica canaria, tinerfeña y sobre todo santacrucera. En moldes se grabará este día, junto con aquella derrota gloriosa al pérfido Nelson, hace siglos ya. Porque una vez más el pueblo chicharrero saldrá a la calle en demanda de lo que es suyo. Ya lo hicimos otras veces, conocemos el mecanismo. Conocemos que no se puede tocar a ninguno de nuestros símbolos porque reaccionamos todos a una. Encabezados por nuestros políticos, y quizá por un tranvía, recorreremos las calles de Santa Cruz en la exigencia de un futuro mejor, con la vista puesta en un mañana que, de alcanzar el logro que nos proponemos, se abrirá luminoso y esperanzador para hacer de esta ciudad, pero sobre todo de esta tierra, un lugar mejor y más grande, un lugar que no puede dejarse maltratar ni humillar.
Por eso todos saldremos en la calle gritando con una sola voz, demostrando que con las cosas de Tenerife no se juega, que solo por el peso de nuestro grito y de nuestro enfado somos capaces de lograr todo lo que nos propongamos. Hoy es el día de pedir esa cosa para el puerto, eso… ¿cómo se llama? El escáner ese. ¿Qué, que para qué sirve el escáner? Pues ni idea, pero queremos el escáner y lo queremos ya.
Queridos conciudadanos, queridos patriotas, queridos canarios, pero sobre todo, queridos tinerfeños, chicharreros de pro. Llega una de las horas decisivas para la tierra que hace años, no tantos, vio nacer a este pesado que cada tarde les habla. Les proclamo que sí, soy chicharrero de nacimiento, no sé tanto si de convicción. Y les proclamo que, a pesar de esa incertidumbre en la motivación nacional insularista, sí que considero que hay momentos en la vida cuando una persona debe mostrar la pasta de que está hecha, debe dejar a un lado las timideces y los temores para gritar a los cuatro vientos ante la injusticia y la opresión.
Porque mañana sábado será una de esas jornadas gloriosas en la historia de esta bendita tierra guanche, en la crónica canaria, tinerfeña y sobre todo santacrucera. En moldes se grabará este día, junto con aquella derrota gloriosa al pérfido Nelson, hace siglos ya. Porque una vez más el pueblo chicharrero saldrá a la calle en demanda de lo que es suyo. Ya lo hicimos otras veces, conocemos el mecanismo. Conocemos que no se puede tocar a ninguno de nuestros símbolos porque reaccionamos todos a una. Encabezados por nuestros políticos, y quizá por un tranvía, recorreremos las calles de Santa Cruz en la exigencia de un futuro mejor, con la vista puesta en un mañana que, de alcanzar el logro que nos proponemos, se abrirá luminoso y esperanzador para hacer de esta ciudad, pero sobre todo de esta tierra, un lugar mejor y más grande, un lugar que no puede dejarse maltratar ni humillar.
Por eso todos saldremos en la calle gritando con una sola voz, demostrando que con las cosas de Tenerife no se juega, que solo por el peso de nuestro grito y de nuestro enfado somos capaces de lograr todo lo que nos propongamos. Hoy es el día de pedir esa cosa para el puerto, eso… ¿cómo se llama? El escáner ese. ¿Qué, que para qué sirve el escáner? Pues ni idea, pero queremos el escáner y lo queremos ya.
La lengua de Carbonero
Cuanta paciencia, jueves 17 de junio (ojo, después de que España perdiera contra Suiza).
Ohh, ya no vamos a ganar el Mundial. España recupera la tradición, el jugar como nunca y perder como siempre, el apuro y la falta de confianza. Como dice el gran Enric González, la selección española es ahora normal. El fútbol es un juego, veintidós tipos corriendo en torno a una pelota. Nada más que eso. La clave está en que una pelota entre en el espacio formado por tres palos. Ahí hay una combinación de factores. De esa combinación de factores se intenta hacer una ciencia, y hoy leemos un montón de análisis de por qué España perdió ayer contra esa potencia balompédica que es Suiza.
Desde el Reino Unido, ese faro del periodismo que es el periódico ‘The Times’ aporta su punto. Dice que la culpa de la derrota es de Sara Carbonero. Les pongo en antecedentes, aunque si ustedes son personas que leen un par de webs al día, estarán al tanto del asunto. Sara Carbonero es periodista de Deportes en Telecinco, la cadena que emite los partidos de la selección española para este país. Sara Carbonero es también novia de Iker Casillas, portero de la selección española. Dicen que la presencia de Carbonero, distrae a Casillas. Por ahora no se dice nada de lo contrario, de si la Carbonero ve su trabajo afectado por la presencia de su novio en el equipo nacional. De todas maneras, a los periodistas deportivos se les agradece, e incluso se les obliga a una pérdida total de la objetividad que no toleraríamos en otros periodistas. Bueno, hoy en día, en este país, se estila el periodista previsible, que sabes que cargará contra tal orientación política y siempre defenderá tal otra. Qué tiempos aquellos cuando era casi imposible conocer la orientación política de un periodista opinador. Con el fútbol pasa casi lo mismo, pero no hay periodista deportivo que no vaya con España.
Sara Carbonero intuimos que también, que deseará la victoria nacional sobre cualquier otra cosa. Cualquier tontería sobre si influye o no en el juego de la selección oculta lo de siempre, ese machismo que no nos sacamos de encima, esa mente apalancada en otros tiempos que intuye que Carbonero y Casillas, estos jovenzuelos, son tan idiotas y tan poco profesionales como para mostrarse incapaces de olvidarlo todo por la pelota. Que esta tontería la diga cualquiera, pues vale, pero que venga de un medio que hasta el otro día era serio, como ‘The Times’, evidencia que la batalla contra la estupidez colectiva cada día está más perdida.
Ohh, ya no vamos a ganar el Mundial. España recupera la tradición, el jugar como nunca y perder como siempre, el apuro y la falta de confianza. Como dice el gran Enric González, la selección española es ahora normal. El fútbol es un juego, veintidós tipos corriendo en torno a una pelota. Nada más que eso. La clave está en que una pelota entre en el espacio formado por tres palos. Ahí hay una combinación de factores. De esa combinación de factores se intenta hacer una ciencia, y hoy leemos un montón de análisis de por qué España perdió ayer contra esa potencia balompédica que es Suiza.
Desde el Reino Unido, ese faro del periodismo que es el periódico ‘The Times’ aporta su punto. Dice que la culpa de la derrota es de Sara Carbonero. Les pongo en antecedentes, aunque si ustedes son personas que leen un par de webs al día, estarán al tanto del asunto. Sara Carbonero es periodista de Deportes en Telecinco, la cadena que emite los partidos de la selección española para este país. Sara Carbonero es también novia de Iker Casillas, portero de la selección española. Dicen que la presencia de Carbonero, distrae a Casillas. Por ahora no se dice nada de lo contrario, de si la Carbonero ve su trabajo afectado por la presencia de su novio en el equipo nacional. De todas maneras, a los periodistas deportivos se les agradece, e incluso se les obliga a una pérdida total de la objetividad que no toleraríamos en otros periodistas. Bueno, hoy en día, en este país, se estila el periodista previsible, que sabes que cargará contra tal orientación política y siempre defenderá tal otra. Qué tiempos aquellos cuando era casi imposible conocer la orientación política de un periodista opinador. Con el fútbol pasa casi lo mismo, pero no hay periodista deportivo que no vaya con España.
Sara Carbonero intuimos que también, que deseará la victoria nacional sobre cualquier otra cosa. Cualquier tontería sobre si influye o no en el juego de la selección oculta lo de siempre, ese machismo que no nos sacamos de encima, esa mente apalancada en otros tiempos que intuye que Carbonero y Casillas, estos jovenzuelos, son tan idiotas y tan poco profesionales como para mostrarse incapaces de olvidarlo todo por la pelota. Que esta tontería la diga cualquiera, pues vale, pero que venga de un medio que hasta el otro día era serio, como ‘The Times’, evidencia que la batalla contra la estupidez colectiva cada día está más perdida.
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