Cuánta paciencia, lunes 5 de julio de 2010
Oigan, que más de la mitad de los trabajadores de España dicen que están felices con sus trabajos. En concreto, estirando mucho el porcentaje, tres de cada cuatro empleados españoles afirma que está entre muy satisfecho y satisfecho con su empleo. Es una encuesta internacional y faltan detalles, o mejor matices, como siempre en una encuesta. Porque la verdadera sensación que da es que la gente está muy satisfecha o satisfecha simplemente con tener un empleo, con la que está cayendo. E igual, con la que está cayendo, mucho trabajarían hasta limpiando fosas sépticas con tal de tener un puesto de trabajo. Por la televisión ponen un anuncio de una persona que dice que todas las mañanas acude feliz a su puesto, que es en una planta de reciclaje de basuras. Una de dos, o el ser humano tiene más aguante del que pensamos, o es muy hipócrita o, lo que es peor, en realidad le gusta trabajar.
Un horror, puede resultar que nos guste trabajar y todo. Que no se enteren los empresarios. Justo hace unos días se escuchaba por la radio a una filósofa decir que la verdadera revolución humana para esta década es recuperar nuestro tiempo, y que el tiempo personal nos lo roban de muchas maneras, sobre todo con el trabajo organizado, con su horario, su estancia en los puestos de trabajo y estas cosas simpáticas. Oigan, qué gran afirmación, esta señora filósofa es una santa. O eso o este comentarista que colma su paciencia cada día está rodeado de gente disparatada o de gente que miente en las encuestas porque que uno sepa, a nadie cercano le gusta trabajar. En esto, como todo, hay dos preguntas clave: la primera es si mientras estás trabajando se te ocurren diez sitios mejores donde gastar ese instante, la segunda es más puñetera, y consiste en plantearte si tu trabajo te gusta tanto como para hacerlo gratis o cobrando menos. De nuevo que no se enteren ni los jefes ni los empresarios.
Pero tranquilos, lo sabemos todos y lo corroboraremos en septiembre: que trabaje Rita. Ojalá pudiéramos vivir sin dar un palo al agua y ocupados en otros menesteres más graciosos, y también ojalá que pudiéramos hacer tantas cosas que nos gustan, como esta columna, o el programa de radio de Kiko Barroso, cuando nos apeteciera y sin que nadie se viera en la obligación de pagar por ello. Y ojalá que el champán fuera gratis.
Nota: estuve de vacaciones entre el jueves 24 de junio y el lunes, de ahí que falten las columnas correspondientes.
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