lunes, 26 de febrero de 2007

Misantropía

En el concierto de Gilberto Gil de anoche casi puede la misantropía con el disfrute de un recital antológico.

Sería por el cansancio post carnavalero, cansancio de marchas y cansancio de polémicas, pero este de aquí estuvo un buen rato bufando por el extraño comportamiento que se extiende entre el público que asiste a un concierto de música popular.

Dejo de lado el tema de que la audiencia cante, y más si es el propio músico quien lo solicita, como así ocurrió. Allá él si quiere darse ese baño de egocentrismo y también de emoción. Los conciertos no son karaokes. Para escuchar a mi vecino de butaca, mejor lo invito a unos vinos en La Matanza.

El mosqueo viene por otras cosas. Primero por esa costumbre de gritar la canción de TÚ quieres escuchar en los interludios entre tema y tema. Esta manía desembocó en dos momentos, un triste y otro jocoso. El primero fue cuando, ante los gritos, el propio Gil pidió, con algo de pena: "¡Déjenme seguir!". El segundo fue cuando un despistado del público -seguramente uno de esos que, de manera inexplicable, se levanta en medio del concierto, obliga a que se levante a su vez toda su fila, y sale del recinto no se sabe muy bien a qué-, el colgado éste digo que va y le pide un tema ¡que Gilberto ya había cantado! El verdadero bis.

Luego están los aplausos al comienzo de esa canción que TÚ estabas esperando y que impide escuchar precisamente esos primeros compases de esa canción. Si tanto te gusta y tanto esperabas ese tema, ¿a qué viene cargártelo con unos aplausos que solo vienen a corroborar TU buen gusto? Pero bueno, en una audiencia acostumbrada a cantar cuando nadie lo pide, es normal que también aplaudan cuando no viene al caso.

Y por fin está el desembarco de la tecnología chorra en el mundo del concierto en recintos cerrados. ¿Qué es mejor, llevarse de recuerdo en la memoria un concierto que seguiste paso a paso con atención, o quedarte con una foto espantosa sacada con el móvil o una imagen patética tomada con una cámara digital? Delante de mi butaca, una chica se pega tres canciones trasteando con una cámara. ¿Para qué pagó la entrada, para aprender cómo funciona su aparatejo digital? Además, cualquier persona con dos conocimientos de fotografía sabe que emplear un flash en las condiciones de oscuridad de un auditorio, además de por la lejanía del escenario, es una tontería. Todas las cámaras actuales traen la opción de tomar fotos sin flash. El fotógrafo oficial del Auditorio toma fotos sin flash. Al principio del concierto un mensaje grabado te dice que no tomes fotos con flash. En esto llegas TÚ, ¡y tomas las fotos con flash!

En fin, por suerte estaba delante un Gilberto Gil enorme que se mandó más de dos horas de concierto, repasando sus grandes canciones, revisando versiones deliciosas, recuperando su música más combativa, hablando lo justo y bien (aunque se olvidó de su pulido castellano a la hora de concierto); un gran concierto que ni siquiera los domingueros de la música pudieron machacar.

Todo esto se arreglaría con dos asuntos: buena educación y evitar el egoísmo que nos atenaza y que nos obliga a pensar sólo en nosotros, en nuestro buen gusto y lo guapos que somos... Y en que le tenemos que enseñar a todos las fotos birriosas que tomamos en el concierto para decir que sí, estuve allí.

En fin.

3 comentarios:

alejandrosl dijo...

Yo reconozco que en mis inicios digitales caí en la trampa: en los conciertos de Amaral en la plaza del Cristo y de Iván Ferreiro en La Laboral (en ese creo que también estabas tú, Job) saqué fotos como un poseso. Después me di cuenta de que me perdía gran parte de a lo que iba, el concierto. En el último al que fui (Bruce Springsteen por estas tierras boloñesas) ni me molesté en llevar la cámara, y fue lo mejor que pude hacer.

En cuanto a Gilberto Gil, reconozco que apenas conozco su obra, de los brasileños no he pasado de Caetano Veloso, Djavan, Carlinhos Brown y algo del gran Jobim. Sigue siendo ministro de cultura de su país? Es que tengo una mente tan perversa que me imagino a Carmen Calvo de gira por Sudamérica interpretando sus grandes éxitos, como "Yo fui cocinera antes que fraila" o "El dinero público no es de nadie"...

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Has descrito varios de los motivos por los que me da pereza ir a conciertos (aunque si a este no asistí fue por falta de liquidez económica)

Eso es en el Auditorio y todavía hay un cierto "estar", pero en una plaza, por ejemplo, es apocalíptico.
Si hasta Kiko Veneno tuvo que pedir por favor que lo dejasen cantar, a él...

En un Womad, que no es precisamente música de la más popular, vi algún concierto en el que se oía más fuerte a los pelmazos de los móviles que a la propia artista,eso a pesar de estar en primera fila junto a las vallas. Eran conversaciones del tipo. "Mira ¿lo oyes? qué guapo, una tía con un arpa, cojonuda, lo estoy pasando puta madre ¿Y qué te cuentas?" Todo a grito pelado por mi izquierda, y a la derecha lo mismo con otros dos.

A ver cuando venga Nick Cave...

Job dijo...

Pues lo del "estar" del Auditorio depende mucho del artista que sea y sobre todo del público.

Pinzón, con Gilberto fue antes la gallina, o sea, él. Hay que escucharselo todo, y más después de leer la lista que mencionas. Es un artista enorme y responsable de abrir la música brasileña a las influencias occidentales.