lunes, 26 de abril de 2010

La mala suerte de ser católico

Cuánta paciencia, lunes 12 de abril de 2010

Con una cierta cadencia punitiva, con esa habitual desesperanza del católico medio, en Polonia dicen que no les queda otra que llorar. También dicen que como país tienen demasiada mala suerte. En fin, más que llorar, deberían espabilar a ver cómo salen de la crisis, y más que hablar de mala suerte, habría que preguntarse por qué un avión intenta un aterrizaje imposible hasta en cuatro ocasiones a pesar de que los controladores de vuelo les indicaron que se desviaran a otro aeropuerto por culpa de la niebla. No es mala suerte, quizá ganas de la cúpula polaca de encontrarse con su creador. Como bien dicen los expertos, la mala suerte existe, pero también se puede buscar, como la buena. Si cruzas una avenida transitada con el semáforo en rojo y sin mirar, tienes muchas probabilidades de que te atropellen, no es que tengas mala suerte.

Desde el punto de vista del ateo recalcitrante, o del agnóstico con dudas, sorprende las reacciones tan ultracatólicas de la Polonia trágica. Cabría preguntarse si buena parte de esa condición melancólica de la historia que tiene la nación polaca viene señalada por su querencia por el catolicismo. Pero de todas las declaraciones que quedan del desastre del pasado sábado, destaca la del ex ministro de Exteriores, Adam Rotfeld. El caballero dijo: “¡Cielo santo, esto no puede suceder ni siquiera en una guerra! ¡No es posible que tantos altos mandos del Ejército mueran en un solo día ni en la peor de las derrotas!”. Ven, otra declaración mentirosa.

Los grandes generales hacen la guerra sobre todo para no morir ellos, y lo más normal es que no mueran ellos. Mueren otros, los generales sobreviven y, si el enemigo está un poco pesado, a lo mejor los encarcela y los somete a juicio. Miren, por ejemplo: buena parte de la cúpula militar alemana murió ajusticiada después de la guerra, pero no como resultado directo de la derrota. En general, siempre los que nos mandan sobreviven a todas las derrotas, incluso sobreviven a sus victorias, los que la palman somos los soldaditos de pie.

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