Cuánta paciencia viernes, 5 de marzo de 2010
Oigan, por más que escucho las posiciones de las partes enfrentadas en esto de los toros, soy absolutamente incapaz de adoptar una postura clara. Si es por sufrimiento animal, deberíamos dejar de comer chuletones, porque no me dirán ustedes que a los bueyes en los mataderos se los cepillan a besos. Si es por arte, pues tampoco se entiende que necesidad tenemos de andar haciendo el tonto delante de un toro mientras la sangre sale a borbotones del animal. Tampoco entiendo esas comparaciones excesivas con la ablación genital. Pero cada vez se descubren nuevas investigaciones que hablan sobre el sufrimiento animal, y ciertamente, podemos considerar que el ser humano tiene un camino recorrido desde aquel ser de las estepas que corría detrás de los mamuts.
En fin, que podríamos considerar que la evolución se basa en eso, en vivir sin tocarle mucho las narices a los demás, aunque sea un toro, en no ser una persona insoportable, en conseguir que nuestra actividad diaria consista en ponerle las cosas fáciles a los demás y no ser pesado. Porque, como bien decía El Gañán de La hora chanante, en esta vida de puede ser de todo, menos pesado.
Ocurre justo lo contrario. Nos tropezamos cada día a un montón de gente pesada, un montón de gente cansina empeñada en comernos la oreja, en que no dejemos de fijarnos en ellos, gente que no para de hacerte la vida imposible en diferentes grados. Claro, todo esto tiene el mismo peligro que conducir un coche. Cuando uno conduce un coche, está convencido de que el resto de la humanidad conduce fatal. Cuando uno piensa que la humanidad está compinchada para volverlo loco, a lo mejor es ese uno el que vuelve loco al resto de la humanidad. Oigan, piensen en ello. ¿No serán ustedes unos pesados?
No hay comentarios:
Publicar un comentario