Cuánta paciencia, martes 16 de marzo de 2010
Pues resulta que el planeta está estresado, que tiene un problema de hiperactividad. Todos sabemos la fórmula: demasiada población, demasiada explotación de recursos, demasiado todo y demasiada poca cabeza. Pero esto lo dice de manera oficial el informe ‘La situación del mundo 2010’, que elabora cada año el Worldwatch Institute de Washington. El informe acojona, por decirlo de manera clara. Expone sobre todo que esta situación de crisis colectiva, natural e individual está en un punto de no retorno. O sea, que o cambiamos o nos vamos todavía más al garete. Otro “o sea”, que de este lío no tienen culpa mayoritaria ni Zapatero, ni Paulino y JotaEme Soria, menos mal.
El informe dice que la culpa de todo la tiene el consumo de todo. Y ahí lo tenemos difícil, porque en el tema del consumo somos un ejemplar animal rumboso, o sea, que nos encanta el tema y que nos hace feliz comprar cosas nuevas. De esto del consumo se quejan todos de vez en cuando, desde los budistas hasta los ecologistas, pasando por los apocalípticos que critican toda clase de consumo, menos el propio. El problema es que cuesta encontrar una solución global porque ya les digo, la sensación global es que el género humano no da para más, que no rige, que no aprende y que no es muy completo.
Cualquier persona que se maneje con un mínimo de responsabilidad digamos que verde en esta vida, se tropieza con múltiples ejemplos de congéneres de especie que actúan como si no hubiera límite, o mejor, como si no existiera un mañana. Problemón, porque esto es como el colesterol o la hipertensión, que están ahí pero no avisan hasta que te da el susto mayúsculo, y parece que estamos esperando a tropezarnos con un cataclismo disparatado, en forma de gran hambruna internacional o de desastre social colectivo, para darnos cuenta. O espera, que somos testigos de la inmigración digamos que ilegal, estamos padeciendo una crisis asfixiante, tenemos al clima algo desbocado. Pues sí, parece que la gran enfermedad está aquí, pero no nos apetece mucho darnos cuenta.
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