Cuánta paciencia miércoles 17 de marzo de 2010
Ni idea de si quieren que trabajemos más o menos. O sea, por un lado sacaron aquel tiento de prolongar el curro hasta los 67 años. La consecuencia directa fue una oleada de protestas porque la gente, la verdad, no quiere trabajar, es lo que dicen los viejos habitualmente. Mucha campaña en contra de la jubilación a los 67 años, pero ninguna a favor. Por ningún lado se vio a una agrupación de parados alzar la voz para decir: “Oigan, que nosotros si hace falta, hasta los 67 y hasta los 77 trabajaríamos”. No, ponga usted jubilación a los 67 años en cualquier buscador y verá todos los grupos en contra de Facebook que le salen. Es extraño. Qué mejor que prolongar hasta los 67 años esas múltiples pausas para el cigarrillo a media mañana, ese llegar al trabajo y salir a desayunar, porque ya sabemos que en España nadie desayuna en su casa, esa pausa a las once para bajar otra vez a tomarse algo, esa pausa a la una para el aperitivo, y ese salir escopetado a las menos diez aunque la hora de salida sean las en punto.
Sé de muchos que cuando leen eso de “va a trabajar hasta los 67 años su santa madre” se parten de la risa, porque trabajar, lo que se dice trabajar, poca gente lo hace. El resto vive en un amago de trabajo.
Pero ahora resulta que quieren que trabajemos menos. O sea, esa cosa del contrato alemán que pueden leer ustedes en toda la prensa. El asunto es que el Gobierno de Canarias subvencionará una reducción de jornada. Se busca que los empresarios, en lugar de echar a gente, les hagan trabajar menos horas, que la institución de turno paga la diferencia de sueldo. En fin, que los trabajadores, entre cortado y cigarrito, llevan varias semanas la mar de entretenidos, haciendo unas argollas tremendas en el trabajo mientras discuten en el bar que van a trabajar más, o que ahora van a trabajar menos. Esto no hay quién lo entienda.
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