lunes, 11 de enero de 2010

Confianza

Cuánta paciencia, viernes 18 de diciembre de 2009

En las sociedades democráticas se debe actuar con un mínimo de fe en la ley y en las instituciones. Habrá leyes con las que no estemos de acuerdo, pero que debemos acatar. Por ejemplo, las restricciones en el consumo de ciertas drogas no pueden ser más ridículas, mientras ciertas otras se venden libremente y con beneficios para el estado en forma de impuestos, y les hablo del tabaco y el alcohol, pero no queda otra que acatar.
Les digo esto porque la reacción ante cualquier medida que se plantee cualquier gobierno sobre un cierto control de Internet provoca reacciones histéricas por parte de unos internautas que, parece, se empeñan en confundir la velocidad del ancho de banda con el tocino de la delincuencia.

Hasta donde se sabe, los derechos de autor de las obras artísticas están protegidos por diferentes leyes. No se puede copiar de manera ilegal ni un disco, ni una película, ni siquiera un libro, siempre y cuando esas obras estén protegidas por ciertos derechos de autor. Pero ese concepto elemental se tropieza con un muro de incomprensión, sobre todo de personas que quieren todo gratis, menos aquellas cosas por las que ellos cobran. La decisión de convertir una obra artística en un objeto de libre circulación corresponde al artista, no al que roba la obra. El sistema es imperfecto, y es cierto que en algunas circunstancias, ese demonio llamado SGAE actuó con demasiado celo, pero una web que lanza libremente archivos musicales o cinematográficos sin control es una web ilegal, y por tanto, debe cerrarse.

Otra cosa es que algunos aprovechen esas leyes de control para acabar con webs simplemente por contenidos que les disgustan, como algunos vaticinan que pasará, pero es por eso que siempre debemos actuar con una fe total en este sistema democrático, en sus leyes e instituciones, porque la alternativa es el desastre.

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