Cuánta paciencia, viernes 15 de enero de 2010.
Se agolpa el trabajo. Hay una noticia comentable, que esa del millonario menorquín que donó toda su fortuna a los príncipes de Asturias y a los nietos de Juan Carlos de Borbón. Menorca es una isla pequeña pero lo bastante grande como para tener su millonario y todo. Pero qué espíritu altruista el de este hombre como para donarlo a quien no tiene nada, como son la familia real española. Por cierto, dicen los Borbones que a este señor no lo conocen de nada. Pero en la vida es así, cuando más conocido y más poder tiene uno, menos le dejan pagar en los restaurantes, vamos, que todo es más fácil.
Pero en esta columna radiofónica nos gusta ser un poco inquisidores de los propios medios de comunicación. Hay un debate entre varios compañeros sobre la crudeza de las imágenes que se están publicando del terremoto de Haití. Excesiva. Menuda facilidad para enseñar bebés muertos. Todos los días llegan cientos de imágenes crudas a los medios de comunicación a través de los servicios de agencias de noticias. La labor de los medios y de los periodistas es seleccionar cuáles de esas imágenes son capaces de ilustrar mejor una noticia sin caer en el exhibicionismo inútil de sangre y vísceras. No conviene abusar de una crudeza excesiva, porque en lugar de informar, se provoca el rechazo. La crudeza se mide de manera sencilla: cuanto más distancia con el hecho, más fácil es mostrar imágenes impactantes, sobre todo de cadáveres. Así, es sencillo mostrar distancia con unos negritos haitianos. Pero nunca vimos imágenes de cadáveres destrozados por las bombas de los trenes del 11 M, ni de cuerpos reventados contra el asfalto de las personas que saltaron desde las torres gemelas. Incluso, y por poner un ejemplo más reciente, no vimos cadáveres en las fotos y vídeos tomados en el terremoto de Italia ocurrido en abril del año pasado. No se preocupen, está en marcha la caravana de la solidaridad, el momento ideal para que todos los occidentales nos sintamos un poco menos malos por tener dinero, y si hace falta enseñarnos a otro bebé haitiano, no lo enseñarán porque nunca eso llamado ética podrá terminar con una buena noticia.
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