Cuánta paciencia, lunes 18 de enero de 2010
La política dicen algunos que es el juego de llegar a acuerdos, el arte de lograr el consenso. Eso era hasta el otro día. Bueno, en realidad esa suele ser la tónica de la política en general, pero los medios de comunicación se quedan con la gresca, quizá porque la gresca es más vendible, a pesar de que los lectores huyen de la información política por mucho que la política se quiera parecer a cualquier edición del programa ‘Sálvame’. Por cierto, ‘Sálvame’ es un programa de televisión malísimo, no por su contenido vomitivo, sino por su mismo formato televisivo, por ese aburrimiento que destila en la cámara fija caminando de un tertuliano a un invitado. Digo esto porque ahora está de moda hablar bien de ‘Sálvame’ en los medios de comunicación y, vamos a ver, si no podemos meternos con los programas del corazón basura, al final resultará que no nos podemos meter con nada.
Pues la política a veces se convierte en buena política, se aleja de ‘Sálvame’, para entendernos. Es el caso de las negociaciones para lograr un gran pacto sobre la educación. Cada fuerza política cede un poquito, que de eso se trata. Por ejemplo, el Partido Popular está dispuesto a mantener la Educación para la Ciudadanía, siempre referida a contenidos constitucionales. Si alguien se miró algún temario de la Educación para la Ciudadanía vería que de eso iba esta polémica asignatura, de enseñar a los niños algo de la democracia en la que viven. Solo en algunos manuales se hablaba de los posibles modelos de familia, mencionando eso que levanta tantas ampollas en este país, eso de que los gays pueden casarse, adoptar hijos y fundar una familia. Qué gran polémica, mire usted.
Pero nuestros partidos políticos por fin deciden hacer eso, política, y sentarse a negociar sobre un asunto tan serio como es la educación, a ver si por un tiempo nos olvidamos de ocurrencias. Es tan serio como para que una formación política se olvidara por fin de un asunto que sirvió para montar la gran gresca en España, para convocar manifestaciones y para demostrar que no hace falta mucho para organizar una gran disparate, aunque esa polémica fuera una tremenda mentira.
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