Cuánta paciencia, miércoles 29 de diciembre de 2009
Tanto rollo, tanta movida de quitarte el cinturón, de dejar los líquidos atrás, todos los líquidos, de meter todas las cosas como se pueda en las dichosas bandejas, de cargar hacia la cinta de los rayos x con dos bandejas en una mano, la chaqueta colgando del antebrazo, el portátil en la boca, una bolsa colgando del dedo meñique y con la otra mano aguantándote los pantalones, todo ese rollo para que resulta que un terrorista fichado e investigado se les cuele y casi pegue fuego a un avión mientras aterrizaba en Estados Unidos, el país donde incluso una broma en un aeropuerto te lleva a la cárcel.
Ya sabemos lo que vendrá ahora, otra razón de histeria en los aeropuertos. A los viajeros ya no les pueden tocar más las narices, o bueno, sí, porque ahora se anuncia que no se permitirá emplear los MP3 o levantarse al baño en ciertos vuelos. En fin, que en cualquier momentos nos pueden obligar a viajar desnudos, con un tapón en el culo y las manos en la cabeza.
Pero todo este follón de restricciones en los pesadísimos controles de seguridad de los aeropuertos ya se demostró hace tiempo que es completamente inútil. Los aviones del 11-S cayeron secuestrados con simples cutters. Otro terrorista se cuela con un sencillísimo artefacto incendiario escondido en su ropa. Por tanto, la manía que tienen de tocarnos las narices justo antes de que cojamos un avión es una soberana estupidez, porque el terrorismo se combate de otra manera. Se combate, por ejemplo, con un buen uso de las agencias de información y espionaje, agencias que tenían perfectamente fichado al autor del atentado, sabían de su peligrosidad. El resto de las tonterías a las que nos someten en los controles de los aeropuertos, son simples demostraciones de que están haciendo algo cuando en realidad son incapaces siguiera de cotejar correctamente la identidad de un terrorista fichado. Ahora, de nuevo a sufrir un poco más cuando queramos coger otro avión.
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