martes, 2 de marzo de 2010

El escáner de las pelotas

Cuánta paciencia, miércoles 10 de febrero de 2010

Jolín con la seguridad en los aeropuertos. Lo último, resulta que un guarida de seguridad del Aeropuerto de Gran Canaria se dedicó a usar las cámaras de vigilancia para centrarse sobre todo en las zonas de las nalgas y los pectorales de las pasajeras. El caballero se dedicó a recopilar el material en varios archivos. Cuando nos decían que cada vez estábamos más controlados, no alcanzábamos a ver que el control llegaba a esto, a que una persona esté calibrando si tu culo, con perdón, merece quedar registrado para la posteridad en los archivos particulares de un vigilante demasiado aburrido como para vigilar.

Justo ayer les contaba que uno de los últimos etarras detenidos cayó a lo CSI, porque lo pillaron las cámaras de un gran centro de ferretería. Imaginen que en lugar de grabar al etarra de marras, que por cierto tenía muy mala cara, el vigilante de turno se pusiera a seguir a otra persona con mejor cuerpito. No tendíamos detenidos. Este despiste de los vigilantes puede explicar también que una persona se subiera a un avión con una bomba metida en los calzoncillos, o que los aviones del 11-S fueran secuestrados por unos simples cutres, como los que vienen en cualquier caja de herramientas. Mientras a usted le tocan las narices por una botellita de agua o por un cortaúñas, el tema es tocar las narices, pero cuando les parece.

Ahora resulta que van a poner esos escáners horribles donde aparecemos como si fuéramos un espíritu con michelines, y todo el mundo parece tan tranquilo porque, en fin, por la seguridad, que sea bienvenido todo. No se preocupen que lo próximo será la exploración anal, para ello solo nos falta que un al qaedo de turno se meta una bomba por salva sea la parte. Mientras tanto, nos preocupa mucho que un segurita aburrido se dedique a grabar escotes, pero nos parece fantástico que nos hagan pasar por un escáner en el que salimos horribles. A ver si trazamos de manera más clara la frontera entre vergüenza propia y seguridad colectiva.

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