viernes, 18 de septiembre de 2009

Cuánta paciencia, jueves, 17 de septiembre de 2009

Los parados no quieren trabajar, claro, ¿cómo va a querer trabajar alguien a quien le pagan por no hacerlo? Es una exageración y es cierto que hay muchísimos parados con problemas, no sé si tantos como parados carotas. Con esto de la crisis, y viendo según qué reportajes y según qué crónicas, parecía que los parados eran algo así como los nuevos héroes de nuestro tiempo, por esa sempiterna tendencia a la lagrimita fácil que tienen los periodistas con escaso rodaje intelectual.

Pero no, resulta que hay muchos parados carotas, y también muchos carotas especializados en conocerse todas las ayudas, pagas y perras que suelta la institución pública de turno. Una persona, si no tiene que pagar casa, si no cuenta con demasiadas cargas familiares y carece de grandes vicios, puede vivir con muy poco dinero al mes, con tan poco como el que provee una paguita cualquiera. Y así cualquier ser humano te puede contar, a tu cara de currante, que ahora cobra un subsidio de desempleo, que luego cobrará el de parado de larga duración, que luego pasará a cobrar el de parado de más de no sé cuántos años, y que luego se jubilará, con eso y con lo que saque de algún cancameishon, pues no necesita nada más. Y te lo dice a ti, que con parte de tu sueldo le estás sufragando sus subsidios. En vez de quejarte, cambias de conversación antes de asesinarlo. Y así, unos cuantos más, como los centenares de sujetos en el paro que ahora mismo rechazan cursos de inserción y nuevos trabajo en servicios de mantenimiento, la noticia del día.

¿Para qué matarse trabajando mientras dure la paguita y te dé para un par de cervezas al día y ver el fútbol gratis en el bar de abajo? Esa es la idea, quitarle todas las perras que podamos al estado y que viva el trabajo subterráneo y el dinero negro. Y luego nos vamos quejando de estos políticos, que son unos carotas. Mejor que no se organice un concurso de carotas.

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