Ay la juventud, que está loca perdida. Después de los sucesos de Pozuelo o no me acuerdo de dónde, ahora volvemos con el rollo de que los jóvenes de hoy en día están fatal, que son unos descarriados, que están entregados a las drogas y el fornicio, que no respetan la autoridad de sus mayores y que no piden las cosas por favor.
Qué cosas, más o menos las críticas de cada generación. Todos aquellos que gritan ahora contra la juventud deberían de hacérselo mirar, sobre todo plantear la pregunta clave de ¿en qué momento dejé de ser yo objeto de la crítica contra la juventud para convertirme en criticón de la juventud? O sea, que la verdadera manera de descubrir a un pureta intransigente es comprobar el nivel de sus críticas contra esta generación joven.
En los sesenta era por los yeyés y la minifalda; en los setenta por la música disco, los pantalones de campana y el punk; en los ochenta por las hombreras y techno pop; en los noventa por la música electrónica y en esta década, que todavía no sabemos cómo se llama y ya se está acabando, porque están definitivamente mal y no hay manera de meterlos en el redil. Por ahí corre una cita de una inscripción creo que de la Mesopotamia, obra de un mesopotamio de un montón de siglos antes de Cristo, que decía algo así que lo de la juventud no se podía tolerar porque no respetaban a sus mayores y todo eso. Hace tres mil años y seguimos con el mismo rollo, sin entender que cada generación de jóvenes tiene la obligación de tocarle las narices a sus mayores, que la juventud siempre tiene un exceso de energía y rebeldía que debe aplicar en algún lado, y sobre todo que los jóvenes responden de maravilla cuando se les trata con respeto. Mientras tanto, tenemos bula durante un par de semanas para repetirlo una y otra vez, con esta juventud de hoy en día es que no se puede. Oiga, lo mismito que dijeron sus padres de usted mismo.
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