lunes, 14 de septiembre de 2009

Cuánta paciencia, lunes, 14 de septiembre de 2009

Los socialistas también son empresarios y también velan por los intereses de sus negocios con llamadas a otros políticos, aunque sean de partidos contrarios y enfrentados. Como bien dicen los liberales, al final el mercado puede con todo, incluso con las diferencias políticas. Pero el mercado, a pesar de los ultra liberales, se debe atener a una serie de leyes más allá de la oferta y la demanda, porque si dejamos el mercado bajo el simple control del ser humano, avaricioso y torpe, estaríamos aviados.

Esas leyes que controlan el mercado las crean y ejecutan los políticos. Ahí tenemos otro problema porque como seres humanos, los políticos también tienden a caer en la avaricia y la torpeza. Pero luego tenemos todavía un problema peor: cuando la acción política sustituye al mercado, y cuando la inversión pública se convierte en el principal motor económico. En Canarias pasa mucho, quizá demasiado. Parece que es imposible mover la gestión cultural en Canarias, por ejemplo, sin el apoyo público. Y también parece que es imposible que ocurra algo en Canarias sin que se cruce algún cargo público de por medio. Por una suerte de aberración democrática que todos aceptamos, los cargos públicos manejan su labor en una actitud más de empresario que de político. El político democrático debe velar por los derechos de todos sus ciudadanos, no de aquellos que conocen su número de teléfono. Pero el ciudadano medio también debería actuar como si no conociera ningún número de teléfono de ningún cargo público, como si respetara esos derechos comunes y universales.

Por desgracia, no es así, y además de señalar a los políticos que entienden que su acción pública consiste en “conceder favores”, deberíamos darnos un meneo antes de lanzar la primera piedra, porque quien más quien menos, todos somos capaces de levantar un teléfono cuando un favor hace falta, y eso no es nada democrático.

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