jueves, 1 de octubre de 2009

La puñetera 'Mararía'

'Cuánta paciencia', miércoles 30 de septiembre de 2009

“El autor de la puñetera ‘Mararía”, así se definió una vez Rafael Arozarena en una entrevista de radio, se mostró como lo que era: un autor tranquilo que estaba bastante aburrido de que solo se le recuerde por esa novela y ese trágico personaje femenino. En el circuito cultureta canario siempre se decía que su otra novela, ‘Cerveza de grano rojo’, era mejor. No se dice nada de su última novela, que como siempre, no leyó prácticamente nadie.

En los colegios obligan a leer ‘Mararía’, lo que no deja de ser una faena. Hace tiempo que se demostró que las lecturas obligatorias en la educación reglada son una herramienta fracasada para incentivar la lectura. Son mejores otras ideas, como clubes de lectura, o simplemente dejar una hora al día o a la semana en clase para cada quién lea lo que le apetezca. Obligar una lectura es marcarla con el signo negativo del estudio, con todo lo malo que conlleva ir a clase. Los planes educativos empezarán a funcionar cuando se planteen algo por superar el odio que todos los estudiantes sienten por la escuela. Hace tiempo que sabemos que estudiar es un soberano coñazo, pero algún tontorrón que no debe recordar su paso por las escuelas Pías sigue con aquello de la política del esfuerzo y no sé qué. El pobre se olvida de que el esfuerzo por algo vacío también conduce a la melancolía.

Algo así como melancolía parecía destilar Rafael Arozarena, una figura que en Canarias tenía la fama intelectual que concede Canarias, que es un cierto cariño sin invasión y sin aspavientos, lo que no deja de ser una ventaja. En cualquier otro lugar del mundo con algo de consideración, sería una figura tremenda, una presencia constante, un referente continuo, pero en estas tierras somos más de otra manera, o de crucificar al que se mueva o de dar las cosas por entendidas al que creemos querer. Rafael tenía todo nuestro cariño, a pesar de que ahora nos empezamos a arrepentir de no demostrárselo de manera más constante. Y hombres como ese se dan pocos.

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