Cuánta paciencia jueves 22 de octubre de 2009
Hay crímenes y crímenes. Igual que no es lo mismo apellidarse de una manera que de otra. En cuanto a los crímenes, la escala del delito y sobre todo el espacio del delito son parejos a la pena que se impute. Un ejemplo: si usted roba varios millones de euros de una fundación cultural, pero luego dice que se arrepiente, pues resulta que el juez de turno lo puede dejar libre en espera de juicio.
Esto da un montón de ideas, pero demuestra algo que sabíamos de siempre, que el tema no es robar un banco, sino robar el banco de otra manera. Si usted entra con amenazas, quizá portando un arma, que las armas siempre se portan, lo más seguro es que no salga de la cárcel en una buena temporada. Ahí está el fallo, el banco no hay que robarlo desde abajo, sino desde arriba. Es más complicado, porque de alguna manera tiene que entrar usted en la junta directiva o en el consejo de turno. Ahí es más fácil robar. Lo interesante es que luego reserve una parte de lo robado para esconder lo que roba, para todo ese famoso entramado financiero que oculta las ganancias ilegales. De paso, reserve otra parte del dinero para un buen equipo de abogados que prolongue todo lo que pueda las causas penales.
Hay un problema con todo esto, y es el estómago necesario para afrontar el robo, sobre todo cuando usted se apellida Millet y roba de manera descarada el dinero que muchas personas e instituciones pusieron en tus manos para hacer cultura, no para hacerte millonario. A veces da la sensación de que el problema de la corrupción no es que exista, sino que los corruptos escapan con demasiada alegría.
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