El francés bien hecho

Cuánta paciencia, martes 3 de noviembre de 2009

Oiga, y qué será eso de ser francés. Hay una cierta coña montada con el debate abierto en Francia por el Gobierno de Sarkozy, que quieren desentrañar cuáles son los elementos fundamentales de lo francés. Difícil el asunto porque imagino que cada francés será de su pare y su mare, aunque es cierto que deben compartir una serie de elementos comunes. Ahí intuyo que es donde tendrá su trabajo el gobierno sarkozyano, en los lugares comunes del francés. Hay lugares comunes positivos, como es la buena cultura gastronómica que luce ese fantástico país, y hay elementos comunes negativos, como esa fama internacional que tienen los franceses de andar más peleados con la ducha que un hippy con perros y flauta.

Pero, imaginen el mismo debate sobre España, sobre todo el debate de si es posible llegar a una serie de lugares comunes del español medio, más allá de los tópicos regionalistas. Creo que el análisis sería posible, alejándose el folclorismo, pero no veas la que se podría montar por el camino. Por lo pronto, es sano pensar que el pan amb tomaquet es tan español como el jamón ibérico de Extremadura, el bacalao a la vizcaína, la empanada gallega y el gofio.

Y si queremos liarla del todo, planteemos un debate similar en Canarias, o sea, busquemos las señas de identidad canariensis con un poco más de habilidad que la campañita en Islandia de la consejerita Rita. Parece que da un poco de miedo abrir esa lata de gofio, sobre todo porque la condición de la canariedad va cambiando, de la manta esperancera al coche tuenado, de los pibes con alpargatas a los pibes con las piernas tatuadas, de los pobres de pueblo a los descamisados de barriada. De todas maneras, sería interesante que ese debate dilucidara una verdad que nos mortifica: ¿cómo es que los canarios, con uno de los sueldos medios más bajos del país y con uno de los mayores porcentajes de horas trabajadas por empleado del estado, seguimos siendo aplatanados? A ver si nos lo explican.