Cuánta paciencia, lunes 2 de noviembre de 2009
Alfredo Landa revela en su fantástica biografía que a José Luis López Vázquez lo llamaban ‘El morito’ porque no era un dechado de generosidad, que miraba mucho la entonces peseta, para entendernos. Pero Landa, que es un caballero, puñetero pero caballero, no le quita ni un ápice de su talento. Otra cosa es la persona. Cuenta don Alfredo una jugosa anécdota sobre cierta vez que, según su versión, López Vázquez intentó quitarle un papel. Landa dice que José Luis López Vázquez le llamó y le dijo: “Eso es un infundio, Alfredito, un in-fun-dio”, con el mismo acento que lucía en sus películas.
Todos los colectivos son así, que si los actores, que si los músicos, que si los jugadores de fútbol, y qué me dicen de los periodistas. Ahora hay una gresca monumental entre los dinosaurios del columnismo tinerfeño, que llevan varias semanas insultándose entre los bostezos de la audiencia. No hay por dónde cogerlos a ninguno, están todos demasiados pringados y una parte de la opinión pública, la que se esfuerza por informarse, está un poco harta de las camaraderías políticas, el buenísmo ese de este tipo es mi amigo y por tanto es bueno, y la moral de cuenta corriente de estos pesados como para que el debate tenga el más mínimo impacto.
Seguro que don José Luis López Vázquez tendría sus negros y blancos vitales, aunque probablemente se movería en esa tonalidad gris en la que todos desarrollamos nuestra vida. La gran diferencia del señor López Vázquez es que, a diferencia de las plúmbeas vacas sagradas del periodismo tinerfeñista, nos dejó varios detalles que llenan de felicidad a mucha gente a lo largo de toda su carrera. Ahora, con su muerte, nos pasará como Michael Jackson, que será buena la ocasión para recuperar su figura. Y qué bien nos lo vamos a pasar viendo otra vez su cine, don José Luis, que al final es lo que realmente importa.
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