Cuánta paciencia, jueves 15 de abril de 2010
Las personas que tienen miedo a la vigilancia de las leyes son justo aquellos que las inflingen. Hombre, puede que cualquier ciudadano se muestre en contra de ciertas leyes, como aquellas que penalizan la tenencia de determinadas sustancias como el hachís. Pero en un país democrático como el nuestro, la mayor parte de las leyes son justas y consecuentes con el mundo en el que vivimos.
Hacía años, cuando se debatía sobre la instalación de cámaras de seguridad en lugares públicos, se alzaron muchas voces a favor de la libertad y todo esto. Una persona algo consecuente dijo una gran verdad: “A mí no me preocupa que las cámaras me graben porque yo no voy por ahí infringiendo la ley”. Una gran verdad, solo el que tiene miedo de ser vigilado se preocupa porque lo vigilen.
Entonces, yo creo que sería una medida de lo más acertada consentir que todas las grabaciones de todos los políticos, los empresarios y hasta los famosos de turno, se graben. Es una obviedad decir que solo se emplearían las conversaciones interesantes, que los paliques de los políticos con sus ligues o de los correas y bigotes de turno con sus putas, quedarían en sus respectivo ámbitos privados, siempre que esas putas, con perdón, no se empleen para lograr contratos públicos y esas finuras.
Es por la tranquilidad de la ciudadanía, más que nada, porque cada vez que se leen por ahí algunas de esas conversaciones telefónica entre políticos, a uno le entra un poquito de desazón, y no es plan.
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