Cuánta paciencia, lunes 26 de abril de 2010
Samaranch, menuda figura. Su muerte lleva a un debate curioso. Y no me refiero a su pasado fascista y a su crecimiento en los ámbitos del franquismo, porque eso es historia. Sino a otra cosa. Dicen que entre los logros del fallecido está el poner al deporte español en el mapa. En todas las cenas de este fin de semana se repitió la misma letanía, que si el COI, que si las olimpiadas de Barcelona, que si el deporte español en el mapa. En todas esas conversaciones, alguno con ganas de tocar las narices respondió al tema ese del deporte español universal con un, “bueno, ¿y qué?”. Difícil respuesta para una pregunta tan puñetera.
Pero no estaría de más el preguntarse si todo ese dinero y esfuerzo que se gastan en deporte, en promocionar el deporte, en subvencionar al deporte de alta competición, si todo eso fuera para otras cosas, qué sería de este país tan maltratado. Y hay algo más especial, ¿qué haríamos con todo el tiempo ahorrado en seguir la competición deportiva de turno? No, no nos hagan pensar demasiado. El problema del deporte en sí no es que exista, sino que poco a poco va canibalizando otros ámbitos de la vida digamos que normal. ¿No les da a ustedes la sensación de que el nivel del debate político se asemeja más a la línea editorial del ‘Marca’ de turno, y que las previsibles posiciones de la prensa generalista según su orientación y filiación económica son tan aburridas como las portadas de los rotativos deportivos de Madrid y Barcelona?
En lugar de dejar al deporte como algo anecdótico en cualquier sociedad que se tenga por avanzada, porque el deporte es una chorrada mayúscula, ocurre todo lo contrario, que todo se hace deportivo pero en el peor sentido del término. Todo es ganar o perder, rivalidad a ultranza y debates interminables sobre temas absolutamente idiotas, como ese de la niña que quiere llevar velo a la escuela. Se empieza quitando velos y pasado mañana se pide que no se pinten los labios de negro. Que cada cual haga lo que le venga en gana con su cuerpo, siempre y cuando respete los límites del cuerpo de los demás. Y sobre el deporte, este fin de semana se podía leer una entrevista magnífica con Humberto Eco. El italiano decía: “Odio el deporte, los deportistas se deberían matar entre ellos”. Él lo dice mejor, y sobre todo, él es Humberto Eco.
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