Cuánta paciencia, miércoles 28 de abril de 2010
El problema de la energía magnética es que no se ve, tampoco se siente. Eso de los campos de energía, las ondas, como no lo ves ni lo sientes, pues tampoco puedes discutir si existen o no. Te dicen que el móvil, la tele y la radio a pilas funcionan gracias a esas ondas electro (ojo) magnéticas y tú te lo tienes que creer. Ahora sabemos qué es el sol y por qué sale todas las mañanas. Pero hace milenios, ante la duda, nuestros antepasados se inventaron esa cosa llamada dios. Dios es una respuesta rápida. Tengo una hija de cinco años que el otro día se disparó con la gran pregunta: “Papi, si el hombre viene de otro hombre, entonces ¿quién fue el primer hombre?”. Toma ya. Le tocó a la madre la pregunteja, menos mal, y tuvo que retrotraerse hasta las amebas. Si eres creyente, dices que el hombre es una creación de Dios y ya está.
Tres cuartos de lo mismo con las ondas electromagnéticas y el magnetismo en general. Como no se palpan y ven, son como el nuevo dios. Te dicen que tienes el cuerpo con el magnetismo desequilibrado y que una pulsera te lo reequilibra gracias a un holograma que encierra una frecuencia. Un holograma que encierra una frecuencia, lo bastante técnico como para ser verdad, o como para ser mentira. Total, que por treintaypico euros usted puede tener ese holograma con frecuencia. Dicen que fabricar la pulsera que lo alberga apenas cuesta un euro, menudo beneficio.
Ahora varias instituciones y organismos empiezan a advertir contra la pulsera de marras, solución que empeora el asunto. Junto a la charlatanería y la inverosimilitud científica, tenemos la tentación de lo prohibido. Las pulseras ya eran un éxito porque un montón de personas con dinero de sobra y con educación científica de falta necesita de cualquier chorrada para que su vida tenga un mejor equilibrio. El otro grupo era inamovible, el que ante las nuevas pulseras se acordaba de miles de remedios similares que entran y salen del momento histórico, como la famosa agua imantada o aquellas pulseras con dos bolas feas como ellas solas. Mientras tanto, mantenemos intacta nuestra capacidad para que nos cuelen cualquier moto.
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