lunes, 18 de diciembre de 2006

De otro día, pero no otro Día

Un poco para contrarrestar lo de ayer.

Sacado del periódico El Día de ayer domingo.

Las fosas de la memoria

Familiares de desaparecidos tras el levantamiento militar de 1936, encabezados por la nieta del último alcalde republicano de Santa Cruz, dan los primeros pasos para exhumar a las víctimas enterradas en las dos fosas comunes que hay en la Isla.

NACHO MARTÍN, Tenerife

"¿Cuántas veces puede un hombre volver su cabeza y fingir simplemente que no ve?" La famosa frase de la canción de Bob Dylan tiene mucho que ver con esta historia, pues trae el recuerdo de 70 años de desmemoria, los que han pasado en el fondo del mar y enterrados en fosas comunes cientos de cuerpos de quienes desaparecieron tras ser asesinados en los primeros meses después de producirse el golpe de Estado del 18 de julio de 1936.

El pasado jueves, pasó su primer trámite parlamentario la Ley de Memoria Histórica en el Congreso de los Diputados, una normativa que obligará a las instituciones a colaborar en la exhumación de los cadáveres enterrados en fosas de todo el país, pero que no revocará las sentencias de muerte en juicios sumarísimos tras el alzamiento militar, una decisión que ha levantado ampollas entre las víctimas y en diferentes partidos.

Se calcula que, en toda España, unas 30.000 personas murieron sin que mediara siquiera un juicio sumarísimo de por medio, lo que al menos garantizaba a las familias de las víctimas el consuelo de conocer el final que habían tenido sus muertos y la posibilidad de que las viudas y los huérfanos obtuvieran las pensiones correspondientes.

El catedrático emérito de la Universidad de La Laguna y experto en memoria histórica Alfredo Mederos explica que, en el caso de Tenerife, hubo 68 fusilamientos tras consejo de guerra documentados entre los años 1936 y 1940.

"Lo que está en el aire -asegura- son las muertes que se produjeron al margen de los canales oficiales de la represión".

Según sus cálculos, la cifra de quienes eran sacados de centros de internamiento como el almacén de empaquetado de plátanos de la compañía irlandesa Fyffes asciende a 600 personas. "Los diferentes estudios que hay indican que son entre 500 y 1.000 las personas desaparecidas -indica-, aunque es una investigación pendiente, lo que explica que los datos en Tenerife estén más atrasados que en otros lugares".

"De lo que sí hay certeza es de que, en La Gomera, son unos 20 y en La Palma, unos 50, mientras que, en Gran Canaria, rondan los 600, más o menos los que yo creo que debe haber en Tenerife".

Mederos, que también fue consejero del Cabildo por el PSC, recuerda que muchas de esas víctimas fueron arrojadas al mar en la zona de San Andrés mediante la denominada "ley del saco", con una piedra para hundir los cuerpos en el fondo del mar, cuerpos que no se podrán recuperar.

Otros fueron enterrados en fosas comunes. El historiador apunta a dos lugares en los que se encuentran esos enterramientos, cuya localización depende de la tradición oral, uno de los cuales está situado en Llano de Mage, cerca del actual Parador de Turismo de las Cañadas del Teide, mientras que el cementerio de San Juan, en La Laguna, acoge una segunda fosa.

"En Canarias no hubo Guerra Civil, por lo que no puede hablarse de represión en situación de conflicto", señala Mederos, para quien la gran época de asesinatos se produjo "entre octubre de 1936 y marzo de 1937. A partir de esta época y hasta 1940 primaron las ejecuciones en consejo de guerra".

Los testigos van muriendo

Si bien en la Península la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha exhumado decenas de cadáveres, en Canarias sólo se ha hecho en el caso de los llamados "trece de Fuencaliente", en La Palma.

No obstante, en Tenerife, la nieta de José Carlos Schwartz, último alcalde democrático de Santa Cruz antes de la Guerra Civil, Mercedes Pérez Schwartz, da los primeros pasos para organizar la asociación y reunir a otros familiares de víctimas para realizar las exhumaciones.

¿Quiénes eran las víctimas? Hubo decenas de trabajadores y de personas relevantes. Alfredo Mederos, autor del libro "República y represión franquista en La Palma", asegura que la mayoría de ellos eran trabajadores afiliados a sindicatos, como la anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT), con mucha fuerza en la capital tinerfeña, y a la Unión General de Trabajadores (UGT), con más importancia en el Norte.

Entre los desaparecidos relevantes arrojados al mar, el catedrático emérito cita al propio Schwartz, al concejal socialista Domingo López Torres y a emblemáticos maestros. También al compositor Francisco Delgado Herrera y Domingo López Torres, un destacado poeta surrealista.

Pérez Schwartz (Santa Cruz de Tenerife, 1952), ex consejera del Cabildo y ex senadora por Tenerife del PSC, explica su intención de tratar de recuperar el cadáver de su abuelo, enterrado en la fosa de Las Cañadas "antes de que los posibles testigos, quienes tienen ese testimonio, se vayan muriendo porque ése es un importante problema".

El último alcalde legítimo de la capital tinerfeña fue detenido el 18 de julio de 1936 a las siete de la mañana y llevado al Castillo de Paso Alto, uno de los lugares que sirvió para concentrar a un elevado número de presos, junto con los almacenes de Fyffes -que empezó a funcionar como centro de detención en septiembre de 1936-, la prisión provincial o los tres mercantes fondeados frente a la bahía de Santa Cruz.

Schwartz, que había sido previamente advertido de la suerte que podía correr por un panadero, permaneció en su domicilio hasta que fue arrestado por la Guardia Civil.

Fue llevado al recinto militar junto al gobernador civil de la provincia y al secretario de éste, ambos acusados de auxilio a la rebelión, mientras que contra el alcalde nunca se hizo oficial ninguna acusación. "Los rebeldes les acusaron de rebelarse", añade su nieta.

"Mi abuelo no era un hombre extremista, era un abogado, de una burguesía liberal, republicano, con lo que su detención y su asesinato no fue sino una vendetta", explica la ex senadora, que apunta a que "haber sido alcalde republicano, gobernador civil y haber ejercido como abogado defensor en los famosos juicios de Hermigua (en los que varios vecinos del pueblo fueron acusados de la muerte de dos guardias civiles) propiciaron que fuera señalado".

"Durante el cautiverio en Paso Alto fue sometido a todo tipo de vejaciones. Le llevaban a Fyffes para que limpiara las letrinas. También entraron en su casa, de la que se habían marchado ya su mujer y sus cinco hijos, y les robaron. Esto lo supo porque vio su pluma en la guerrera de uno de los miembros del tribunal", relata Pérez Schwartz.

A partir del 2 de octubre de 1936 no se supo más de él. Por el testimonio de uno de los soldados que custodiaban el castillo, la que ya era su viuda supo que dos personas conocidas de la familia habían ido a buscarlo por la noche a su celda para asegurarle que iban a llevarlo a su casa "y todo indica que lo transportaron a Las Cañadas, lo mataron y lo enterraron en una fosa común". Pese a que conoce los nombres de ambos, prefiere no revelarlos.

"Nos cargamos a Schwartz"

Sus compañeros conocieron la muerte del ex alcalde al día siguiente, cuando el resto de detenidos iba a ser trasladado a donde se estaban celebrando los juicios. Un grupo de vigilantes, ante la extrañeza de los presos, se ufanaban asegurando: "Anoche nos cargamos a Schwartz".

"Nunca nos pidieron perdón por aquello", dice su nieta, que recuerda que "después fue durísimo porque quedabas marcado. Mi abuela supo dónde estaba enterrado su marido por un anónimo que le llegó, pero como era un desaparecido, no cobró pensión alguna hasta después de la democracia. Cuando algunos familiares hicieron gestiones para recuperar el cadáver, les llegó otro anónimo en el que se les aconsejaba que estuvieran quietos si no querían acabar igual".

Cuando José Carlos Schwartz ya había sido asesinado en Las Cañadas, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, del que también era funcionario, "le instruyó un expediente sancionador y lo separó del servicio. Y ellos ya sabían que estaba muerto", añade la ex senadora que reclama justicia. "Lo que necesitamos los familiares es justicia, no venganza. Queremos saber dónde están".

Aportación ledésmica:

-Es el mismo periódico, por lo que no conviene confundir la línea editorial de ciertos opinadores, por muy directores-editores que sean, con la capacidad profesional de la gente que trabaja, como puede, en su Redacción.

-La memoria histórica va de eso. ¿Alguien con un poco de seriedad puede decir que es abrir viejas heridas o cambiar la historia que una familia busque a su padre o a su abuelo? ¿Puede tolerar una capital como Santa Cruz de Tenerife que no se conozca el paradero de su último alcalde democráticamente elegido antes del golpe de estado franquista? Por cierto, alcalde que por lo menos tiene una placita en la capital, ciudad donde perviven más de centenar y medio de nombres de franquistas en su callejero. Pero claro, es que su actual alcalde tiene la cabeza en otras cosas...

2 comentarios:

alejandrosl dijo...

Hace poco vi en el Diario de Avisos que el concejal del PSOE Francisco Tovar sacaba (por enésima vez) el tema de cambiar los nombres de esas calles que nos avergüenzan a bastantes personas de Santa Cruz (y eso sí, sólo seis de esas vías). El PP ya dijo que nanay, Guigou & cía que sí y queda saber por donde tira ATI. Lo que pasa es que el zerolazo ha eclipsado todo lo demás. Se sabe de alguna novedad? (respecto a lo de las calles, de lo del zerolazo ya veo que sí).

Job dijo...

El tema del vergonzoso callejero de Santa Cruz es uno de los eternos asuntos pendientes de la ciudad, como el correíllo La Palma (que ahora parece que por fin los restauran del todo), la vía de cornisa y un largo etcétera.
Zerolo nunca movió ni medio músculo en este sentido, siempre se escudó en excusas bastante anodinas como el trastorno que supone cambiar las direcciones en los memebretes de las empresas. Mientras, un club de cierta calle santacrucera cambia en su misma mensajería el nombre, en lugar de capitán tal, pone solo el tal, el nombre del capitán.

Pedro Medina, un jubilado de Tabacalera y apasionado de la historia de la República, tiene contabilizadas más de 150 calles en Santa Cruz con nombres franquistas. ATI, como en tantos otros asuntos en los que se debe mojar desde un punto de vista ideológico, ni sabe ni contesta al respecto.

Eso sí, la calle 18 de julio pasó a denominarse Juan Pablo II tras la muerte del anterior Papa. Como dice Pedro Medina, con una broma triste: "Es el primer milagro acreditado del Papa, porque consiguió cambiarle el nombre a una calle de Santa Cruz, algo imposible en treinta años de democracia).