Cuánta paciencia, lunes 7 de junio de 2010
La paternidad mete a las personas a un campo de conocimiento desconocido para aquellos sujetos sin un ser menor de cinco años en la cercanía de sus vidas. Sí, hay que ser padre, tío o abuelo para saber quién es la Pequeña Princesa, los Little Einsteins o los habitantes de Lazy Town. De vez en cuando, algunos de estos figurones de la infancia trasciende las fronteras de la edad, y no, no les hablo del psicodélico Bob Esponja, sino del caso de Hannah Montana, un personaje que ya no existe, se lo comió una joven alocada llamada Mylie Cirus.
En la trasmisión por la tele del festival Rock in Río algunos padres iban buscando a una cándida jovencita que canta alegres y bobaliconas tonadas, y se encontraron un pivón melenudo enfundada en un body imposible para cualquiera que no opte a la talla 32 cantando rock aullador pero poco convincente. El debate está servido. Hannah Montana era muy Disney, Mylie Cirus quiere ser la nueva diva erótica del rock acelerado. Divas eróticas hay a montones en el mundo de la música popular actual. En el Rock in Río se vieron un par de ejemplos, como una Shakira convertida en mito sesuar aunque parece pedir perdón por ello, aunque luego mueva sus caderas como lo hace, y una Rhianna que sacó un body aún más imposible que el Mylie y con unas piernacas interminables y aseguradas en un montón de euros.
Mientras tanto, los niños y niñas disfrutan moviendo el culo y la melena al son de las guitarras desbocadas, que parece que están otra vez de moda, los niños, como cada generación de niños, quieren ser como sus ídolos, cortarse el pelo como ellos, moverse como ellos, y a ser posible, ganar tanta pasta como ellos. ¿Y dónde están los padres, mientras tanto? Son esa masa que al fondo se murmura indignada porque la ídolo de sus niñitas mueva tanto el culo, enseñe tanto escote y tire de tanto recurso sexuado en sus trotes sobre el escenario. O sea, que los pequeños disfrutan y los mayores refunfuñan, igualito que en cada generación.
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