lunes, 7 de junio de 2010

Las tías buenas deben ocultarlo

Cuánta paciencia, viernes 4 de junio de 2010

Gente rara, la que ocupa la última página del periódico ‘El Mundo’. Acabo de leer que a una señorita muy guapa la expulsaron de su trabajo en un banco por vestir con ropa provocativa. Claro que quienes la echaron son hombres. No sé ustedes, pero este comentarista, cada vez que se formula un debate sobre estas cuestiones de la igualdad, prefiere no decir nada hasta que escucha la opinión de varias mujeres. Hace pocas horas, escuché a cuatro hombres cuestionar la existencia del ministerio de Igualdad, y estas cosas ya digo, que hablen las desigualadas, que son las mujeres.

Siempre estamos debatiendo sobre ellas. Por ejemplo, con este caso de Debrahlee Lorenzana, la portorriqueña expulsada de su trabajo en Citibank porque vestía muy marcona. Ella dice que vestía así porque está buena y lo vale. Tampoco se pasaba mucho, pero le intentaron prohibir las faldas de tubo, los jerseys ajustados de cuello alto y los tacones de más de siete centímetros. El mundo al revés. Las noticias se juntan. En un lado, lees que las empleadas de una farmacia se quejan de que les obliguen a llevar la bata sobre la ropa interior, caso que en sus compañeros masculinos no ocurre. Luego te tropiezas con esto, con una chica guapa que quiere vestir como si fuera una chica guapa.

¿Dónde está el límite? Primero, en la libertad personal. Todo aquello que nos parezca ofensivo en nosotros mismos, no debe ser. Es ofensivo abusar de las mujeres como floreros, y también forzar a una persona que vista como a nosotros nos parece. La banquera expulsada de su trabajo no iba en biquini a su oficina, sino que vestía de forma ajustada con su concepción de su propio cuerpo. No parece tan complicado, pero la vida es el ejercicio en el que cada día nos empeñamos en ponérselo más difícil a los demás, y debería ser al revés.

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