lunes, 7 de junio de 2010

Los demócratas son los malos

Cuánta paciencia, martes 1 de junio de 2010

Israel es un país que desde hace décadas libra una guerra por supervivencia. Vivir rodeado de enemigos que piden tu exterminio debe de ser complicado. Pero sobrevivir de esa manera también causa una mirada totalmente desenfocada hacia todo. Lo que para el resto del mundo es un convoy de ayuda humanitaria, para Israel es una forma de reforzar la posición inamovible de los palestinos, una comunidad que también sobrevive en una realidad forzada por siglos de negación histórica: jamás tuvieron un país, y de seguir así, parece que nunca lo tendrán.

Ni unos ni otros dan pasos hacia una solución de eso que desde fuera llamamos conflicto. Conflicto, una situación complicadísima donde tendemos con demasiada alegría a escoger bando, muchas veces ocultando con sentimentalismo las razones de una reflexión profunda. Lo lógico sería estar con la democracia, con el estado de derecho, con la libertad, o sea, con Israel. Pero desde un país democrático preferimos escoger a una forma de gobierno capitaneada por una organización terrorista. Sí, organización terrorista impulsada por la propia desesperación del pueblo palestino, dominado desde hace décadas por el desánimo. Todo muy complicado para un puñado de hectáreas. Se podría estar discutiendo sobre el asunto durante horas. En oriente medio llevan desde casi un siglo con ese mismo debate.

Todo hasta llegar a este último disparate, el desastroso asalto del famoso convoy humanitario. Los riesgos de jugar con un país que lleva años dominado por una visión violenta de la vida y por una lucha eterna a favor de su propia supervivencia. Tres españoles solo pretendían llevar libros de relatos sobre Palestina elaborados por niños españoles. Esa ingenuidad les pudo costar la vida. Como le costó a más de diez personas. ¿De qué sirve todo esto? Para demostrarnos que las ingenuidades no resuelven ningún problema y solo sirven para crear nuevos mártires. Si tenían alguna duda, el consejo de Seguridad de la ONU nos devolvió a la realidad de un sopapo. Menuda manera de terminar el puente.

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