Cuánta paciencia, lunes 14 de junio de 2010
Horror. Dicen las crónicas de las puñeteras vuvuzelas, esas cornetas que serán la principal aportación del moderneo del mundial de Sudáfrica, están aquí para quedarse. Los blogs cuentan que más que el público sudafricano, quien le pega a la puñetera vuvuzela cosa mala es el extranjero que en realidad llena las gradas de los partidos del Mundial. Los sudáfricanos ya le pegaban de antes. El Mundial es así, por ahora tan aburrido y plomizo, porque no hay casi nada en juego, que se habla en realidad de otras cosas, como de las puñeteras vuvuzelas.
Eduardo Galeano, el genial escritor uruguayo, tiene una costumbre consensuada curiosamente con su mujer. Cada cuatro años, cuando se celebra una cita mundalista, confeccionan un cartel que dice “cerrado por fútbol” y lo cuelgan en la puerta de su casa, para que no les den la matraca. Por ahora, el cartel del señor Galeano es irreal, porque debería decir “Cerrado por poco fútbol”. A pesar del tedio generalizado, lo extraño es que resulta más interesante ver un Alemania – Australia por la tele que otro programa más de gente rica y glamourosa que nos enseña su vida como una posibilidad lejana para nosotros, pobre clase media. En estos programas se pasan fases, como en el duelo por la muerte de un ser querido: del desconsuelo a la aceptación, pasando por el sentimiento de culpa. Ante el ricas y famosas de turno es igual, las millonarias borrachas te llevan de la curiosidad a la envidia, hasta caer en el sopor y en el odio visceral que podría acabar en una revolución con barricadas a las puertas de las boutiques más exclusivas, de no ser porque puedes cambiar de canal, hacer zapping y a otra cosa.
A otra cosa como un fantástico Camerún – Japón. Por ahora, lo mejor del mundial son, como siempre, los anuncios publicitarios previos, en especial los argentinos. No se vivirá tanto fútbol ni tanta pasión por el fútbol en ningún campo. Lo que si se paladeará es el graznido de las vuvuzelas, que convierte a cada partido en una especie de Parque de Doñana en época de cría, algo verdaderamente insoportable y estúpido, tan estúpido que prepárense, porque la moda no tardará nada en llegar a nuestros campos de fútbol.
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