lunes, 7 de junio de 2010

Hitler montó un cuarteto de tangos

Cuánta paciencia, martes 18 de mayo de 2010

¿Sabían ustedes que Hitler no solamente sobrevivió a la segunda guerra mundial, sino que en su huída pasó por Canarias? Sí, hombre. Escapó de Berlín con varios acompañantes, se trasladó hasta Austria, donde un avión lo llevó hasta Cantabria, donde lo recogió un submarino que lo trasladó hasta Argentina con escala en Canarias. Una historia deliciosa, tan falsa como su presunto origen. El autor es un periodista argentino, una combinación explosiva. Los periodistas intentamos casi siempre que la realidad no nos estropee una buena historia. Los argentinos, bueno, forma parte del conocimiento internacional que en el país sudamericano tienen tendencia a la exageración y a la hipérbole. También dicen que los canarios somos aplatanados pero resulta que congeniamos los sueldos más bajos del país con el mayor número de horas trabajadas.

La historia de la posible supervivencia de Hitler es absurda, sobre todo por un elemento fundamental: ¿de qué servía un Hitler vivo y oculto?, es más, ¿soportaría el megalomaníaco Hitler estar vivo y oculto? Puro delirio. Lo extraño no es que un periodista argentino publique un libro sobre esta patraña, sino que alguien le dé pábulo, y ese alguien es nada menos que la Agencia EFE, que remitió una nota que alegremente reprodujeron varios diarios digitales canarios, en plan lo publico pero hago como que no me lo creo, pero te lo crees porque lo publicas.

Una mínima labor de indagación muestra la imposibilidad de la noticia, la existencia de los cadáveres de Hitler y Eva Braun en el exterior del famoso bunker de Berlín donde la pareja se suicidó, los testimonios de numerosos testigos de la muerte, los propios cuerpos que conservaron durante décadas los soviéticos. En fin, que las pruebas se empeñan en mostrar lo obvio: Hitler se quitó de en medio cuando su proyecto grandioso y racista se desmoronaba bajo el peso de las botas, las orugas de los tanques y la munición de artillería soviética. Además, imaginen la idílica estampa: un Adolfo Hitler viejito y canoso, con una mantita, en una mecedora, mientras le cuenta a su chacha, una india de la pampa argentina, que él una vez tuvo a toda Europa y parte del extranjero bajo sus pies. La chacha dirá que sí mientras pasa la escoba y piensa que ya está el viejo loco con sus historias. ¿No es idílico? Sí, pero es mentira.

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